Por Francisco Antonio Hernández Sánchez. 1º BACH B Marie-Jean-Antoine de Caritat, marqués de Condorcet, más conocido cómo Nicolas de Condorcet, fue un aristócrata de ideales revolucionarios y alabada inteligencia y conocimientos que vivió en Francia durante la Revolución Francesa, en la que jugó un destacado papel.
Algunos ejemplos de las ocupaciones a las que dedicó su vida este importante personaje son sus carreras cómo político, politólogo, historiador, filósofo, científico y matemático, realizando en todas ellas una notable labor. Aunque su extraordinaria existencia nos abrume con sus fantásticos trabajos sobre matemáticas, política, economía, historia... no hay que dejar escapar de nuestra visión sobre Nicolas de Condorcet que fue un pionero en su tiempo en sostener ideas tan actuales cómo la
igualdad de derechos entre hombres y mujeres, que más adelante se desarrollará; además de la economía liberal, la igualdad de derechos entre humanos, independientemente de su raza o creencias religiosas. Durante la Revolución Francesa, Nicolas de Condorcet fue nombrado Secretario de la Asamblea Revolucionaria y abogó desde su cargo por un cambio racionalista en la sociedad y defendió las causas liberales, llegando incluso a publicar en un importante periódico francés: “Le
Journal de la Société”, pidiendo la admisión de los derechos de la ciudadanía para la mujer, gesto insólito en la época, que le fue concedido por su reconocimiento social, a modo de genio. ______________
Siendo la Revolución Francesa una etapa de reivindicaciones racionalistas en sustitución de los prejuicios y tradiciones sin fundamento arrastradas con el Antiguo Réminen, se puede llegar a concluir que estos ideales serían un inmejorable caldo de cultivo para estos primeros pasos del Movimiento Feminista, en el que Nicolas de Condorcet, impregnado con las innovadoras influencias que llegaban de Estados Unidos, se sintió tan involucrado.
Ante este asunto, Condorcet desarrolla argumentos tan sólidos cómo, mediante el uso de las matemáticas, llegar a la conclusión que, aún en el supuesto de que los varones fueran superiores física e intelectualmente al género opuesto, siempre habría una minoría de féminas que estarían por encima de la media varonil, desmontando así, con los mismos términos que sus adversarios, todos los argumentos rivales. Además, abogando por un sistema de co-educación entre géneros, el filósofo sostiene que no hay una diferencia real de facultades, sino de destino social.
A su vez, cataloga la discriminación de la mujer cómo una “diferencia artificial”, es decir, creada por y para beneficio de los hombres, y asumida con el tiempo por las mujeres, frente a las “diferencias naturales”, que dice, sería peligroso y absurdo querer destruir.
Pero nada más allá de la realidad, conceptos cómo el de la superioridad física e intelectual del varón, el miedo ilógico a que la familia cómo estructura social fundamental se desmoronase o la propia tradición hicieron que la sociedad rechazase de plano esta propuesta, posteriormente conocida cómo de
igualdad de género.
Pero aunque los frutos de sus esfuerzos fueron casi nulos y finalmente la mentalidad de la época se impuso y, por tanto el Sufragio Universal Masculino fue lo instaurado tras la Revolución, hombres tan relevantes cómo Nicolas de Condorcet consiguieron que a día de hoy “El Siglo de las Luces”, es decir, la Ilustración, sea calificada cómo la primera ola de feminismo racional y riguroso, con pasos cómo este en la reivindicación de los derechos de la mujer.