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Corregíamos estos días en clase un comentario de texto de Amartya Sen, en el que se ponía en cuestión la referencia a la cultura o la tradición como un motivo explicativo de las carencias democráticas de algunos países. El economista indio adoptaba una perspectiva crítica con esta idea: en su opinión, la democracia ha de entenderse casi como un horizonte histórico hacia el que apuntar, un universal humano y político, puesto que, por mucho que deba ser criticada, es el sistema que mejor garantiza valores como la libertad y la dignidad del ser humano. El tema no solo está de actualidad, sino que nos da para pensar al menos en dos direcciones: de puertas adentro y de puertas afuera. Mirando a nuestro patio, contrasta que en España estemos viviendo el mayor periodo democrático de nuestra historia con la insatisfacción que la sociedad civil está llevando a las calles. Una crítica que va mucho más allá de medidas particulares o decisiones que se consideran inadecuadas: es el sistema mismo es el que está en entredicho y me da la sensación de que si pretendemos liquidarlo algo bueno estaremos perdiendo en el camino, sin poder agarrar certeza alguna de que el sistema que lo sustituya vaya a ser mejor. Dicho de otra forma: podemos tomar el congreso y acabar con las instituciones democráticas. Pero lo que implantemos en su lugar será democrático o no será. Y no sé si para ese viaje hacen falta tantas alforjas. Volviendo a Sen: quizás vivamos en un espejismo, y España, como sociedad, no puede hacer en apenas tres décadas el camino hacia la demoracia que en países vecinos está llevando siglos.
De todo lo dicho podemos extraer una consecuencia: el maquillaje institucional no hace democracia. Democracia es asumir que otros piensan distinto a lo propio, y que hemos de vivir en común. Sin este suelo social poco importa construir sistemas más o menos participativos o convocar un referéndum cada poco tiempo. Y este suelo común, que podríamos denominar “ethos democrático”, no se forma ni en diez ni en treinta años. Es esta una lección sobre la democracia que en España deberíamos estar aprendiendo en carne viva, aunque no estoy muy seguro de que así sea, cegados como estamos por esa costumbre atávica de pensar que “la culpa es de los demás” (especialmente de las personas encargadas de tomar decisiones). Si extrapolamos esta experiencia histórica a otros países, me temo que la tesis de Sen se debilita. Su propio país de origen, La India, sigue funcionando hoy con un sistema de castas que está en las antípodas de la igualdad asociada a todo sistema democrático. Algo que sin duda Sen repudia, pero que no se puede ignorar. Si una sociedad lleva siglos viviendo con una férrea división en clases sociales, es imposible instaurar en unos años un nuevo sistema político que rompa con estas costumbres. Por seguir con la metáfora de antes: no hay suelo fértil para que la democracia pueda agarrar y desarrollarse. Lo vemos en los telediarios o los periódicos: Egipto o Libia adolecen todavía de estructuras de democráticas y se ven amenazadas permanentemente por modelos autoritarios de poder, sean militares o de cualquier otra índole.
Encontramos democracias inestables en muchos países de Sudamérica, y lo mismo ocurre en aquellos en lo que el islam está indisolublemente ligado al poder político. Cómo crear democracia en una sociedad en la que hombre y mujeres no son iguales, no comparten los mismos derechos. Podemos remar a favor de Sen: al crear las instituciones poco a poco se irán produciendo cambios sociales: crear un parlamento representativo y un sistema de sufragio logrará a medio o largo plazo que los cudadanos se conciban como iguales entre sí, y que acepten que el poder ha de repartirse incluso entre quienes piensan distinto. O podemos mantener un fuerte escepticismo y dar por hecho que cualquier modificación formal no logra afectar al fondo de la cultura y la sociedad, ya que ambas han sido tejidas por distintas manos desde hace siglos y no es posible dar una marcha atrás o u efectuar un giro histórico de tanto calado en tan poco tiempo. Hay un dato para la esperanza: tal y como suelen apuntar los partidarios de tesis como la del fin de la historia, como Fukuyama, en el último siglo y medio se aprecia una fuerte tendencia a la democratización de los países. Estadística y geográficamente la democracia se viene extendiendo desde hace ya un tiempo y quizás sea esta una tendencia histórica imparable. Pero la sonrisa democrática se nos borraría de la cara si nos parásemos a analizar detalladamente si este proceso no es sólo una mera apariencia, una pose o, como se dice ahora, postureo, cuando en realidad las situaciones de opresión, desigualdad, falta de lbiertad e injusticia se siguen reproduciendo. Hoy, en un mundo más democrático, como ayer. Democracia, cultura y tradición: un triángulo lleno de tensiones del que quizás se pueda esperar más en el futuro.
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) rinde homenaje a la científica Marie Curie a través de la exposición Recordando a Marie Curie, que podrá visitarse en su sede de Madrid, situada en la calle Serrano, 117, hasta el 21 de mayo .
Recordando a Marie Curie es una exposición creada por el Museo Curie y el Instituto Curie que aborda su vida en cinco etapas: infancia y juventud en Polonia, una vida en común, infortunios y éxitos, viajes por el mundo y viajes a España.
Además, se exponen también siete instrumentos que guardan relación con la actividad investigadora de Marie Curie, entre ellos dos prototipos de su esposo y también investigador Pierre Curie: un cuarzo piezoeléctrico y un electroscopio.
Como complemento a la exposición, el 20 de mayo tendrá lugar en el Teatro Muñoz Seca una lectura dramatizada de la obra Pierre y Marie Curie: ellos mismos, a cargo de Sonnia L. Rivas-Caballero y Manuel Galiana.
Marie Curie: una vida dedicada a la ciencia
El sueño de estudiar en la universidad
Marya Sklodovska nació el año 1867 en Varsovia, Polonia. A los 24 años fue a Paris para estudiar en la Sorbona una carrera científica, un sueño difícil de conseguir en Polonia, donde las mujeres no eran admitidas en la universidad. Poco después de obtener las licenciaturas en Física y Matemáticas le presentarón a Pierre Curie, profesor de Física.
Pierre y Marie reciben en premio Nobel de Física
Pierre y Marie se casaron y tuvieron dos hijas, Irene y Eva. Pero también se unieron sus vidas profesionales, que dedicaron de lleno a la investigación sobre la radioactividad. Sus resultados, el descubirmiento de los rayos X y de la radioactividad natural, les llevaron a obtener conjuntamente el premio Nobel de Física en el año 1903.
Marie, Nobel de Química por descubrir el polonio y el radio
A la muerte de su esposo, debido a un accidente, Marie Curie le reemplazó en la Cátedra de Física de la Sorbona y pasó así a ser la primera mujer en impartir clase en la universidad. Compaginó su faceta docente con su labor investigadora, y en 1911 recibió el premio Nobel de Química por el descubrimiento del radio y el polonio.
La Ciencia al servicio de la Medicina
En 1914, Marie Curie creó el Instituto del Radio. Una vez iniciada la Guerra, decidió aplicar sus conocimiento al cuidado de los heridos. Por ello, propuso la creación de un servicio de radiología móvil. Consistía en un vehículo que contaban con personal médico y un aparato de rayos X, conocido como “Pequeño Curie”. Por entonces, fue nombrada directora del servicio de radiología de la Cruz Roja.
Marie, dedicada a la labor divulgativa
Convertida en todo un símbolo nacional y de la investigación radiológica, comprendió que era fundamental recorrer el mundo para dar a conocer sus investigaciones y recaudar fondos. Inicio así con una visita a Estados Unidos una serie de viajes que dieron a sus investigaciones proyección internacional.
Tres viajes a España
Marie Curie viajó a España en tres ocasiones. En 1919 participó en Madrid en el I Congreso Nacional de Medicina. En 1931 fue invitada por el Gobierno de la Segunda República y en 1933 presidió una reunión internacional sobre el porvenir de la cultura, en la Residencia de Estudiantes.
Preocupación ante el uso incierto de sus descubrimientos
Generosa con sus descubrimientos, los puso a disposición de la comunidad científica, y comprobó con preocupación que no siempre se utilizaban con precaución, con fines honestos y no lucrativos.
Otro premio Nobel en la familia Curie
Su hija Irene Joliot- Curie se sumó a su labor investigadora desde muy joven y en 1935 recibió, junto a su marido Frédéric Joliot-Curie, el premio Nobel del Química por sus trabajos en la síntesis de nuevos elementos radiactivos.