En filosofía lo más radical es lo más básico. Con esto quiero decir que son las preguntas aparentemente más sencillas las que requieren una reflexión más compleja y más clara. Porque este es el auténtico reto de la buena filosofía, contemplar todos los matices sin dispersarse en un juego retórico, ser preciso y riguroso manteniendo la claridad de la argumentación. Esta es una de las virtudes de la filósofa
Hannah Arendt.
La idea básica de
Hannah Arendt es que hay que recuperar la libertad de los antiguos frente a la libertad de los modernos.
Hannah Arendt insiste siempre en el valor de la tradición sin caer en el conservadurismo. No se trata de volver a los antiguos sino de aprender de ellos corrigiendo la desviación de los modernos.
La libertad es, para los antiguos, una práctica política. No se formula como un problema si contemplamos el proceso que va de
Parménides a
Plotino. Solo en la Antigüedad tardía se contempla la libertad como una actitud interna, al margen de la política. Es el caso de
Epicteto, la política ha perdido aquí su nobleza, es un oficio más. La buena vida está al margen de lo político.
Es con el cristianismo cuando aparece la libertad como problema. Con
Pablo de Tarso y, sobre todo, con
Agustín de Hipona. Lo plantea en el contexto de su conversión personal. Aparece como libre albedrío, la capacidad humana de elegir entre el bien y el mal. Aquí se consolida la diferencia introducida por el estoico
Epicteto entre la moral y la política. Al cristianismo no le interesa la política sino la moral. La libertad es, entonces, una elección moral. Queda unida entonces a la voluntad. Es la libertad de la voluntad de actuar bien o mal.
En el mundo moderno se da un giro importante con
Kant. Porque él planteará el problema que aparece con la contradicción entre la experiencia subjetiva de la libertad y el reconocimiento de la causalidad del mundo físico. El mundo fenoménico, analizado por la ciencia newtoniana, esta regido por el principio de causalidad. Pero este principio es resultado de una categoría que aplicamos los humanos. Es la manera humana de ordenar el mundo. ¿Pero qué es entonces nuestra experiencia subjetiva de la libertad Quizás aquí
Kant y la misma
Hannah Arendt no lo señalan con claridad. Es la experiencia histórica del hombre moderno configurada por siglos de cristianismo. No es un hecho universal sino un hecho histórico. ¿Cómo lo soluciona
Kant? Considerando que la libertad no se puede argumentar científicamente, que no es posible en el mundo fenoménico. Pero que, más allá del mundo aparente, podemos afirmarla a nivel práctico. Sería como un supuesto necesario desde el punto de vista de justificación de la responsabilidad moral. Es una decisión que hemos de tomar para fundamentar una moral. El problema, marca correctamente
Hannah Arendt, es que de esta forma negamos la posibilidad de la libertad desde el punto de vista del conocimiento.
La libertad queda ligada a la voluntad y, antes de ella, a la psicología. La libertad es un acto psicológico -yo quiero- que necesita la voluntad para llevarse a acabo. Aparece una división, entre el querer y el poder. Pero la libertad, dice la filósofa, no tiene que ver con la voluntad, la voluntad tiene que ver con el carácter, con la fortaleza o debilidad de éste. Ya lo señaló
Aristóteles en su momento, la contradicción se da no entre el querer y el poder sino entre la razón y la pasión. Fuerte es el que domina sus pasiones y débil el que se somete a ellas.
La libertad tiene que ver con el coraje, con el hacer lo que nos corresponde. Esta es la virtud política fundamental. Porque la libertad tiene que ver con la sociedad y la política, no con un poder individual para el que la sociedad es un obstáculo. Es el error de entender la libertad como el poder hacer lo que queremos frente a los obstáculos externos.
Rousseau es el responsable del gran error de identificar la libertad política con la voluntad general, que es una ficción que se acaba reduciendo a un grupo que la representa. Además
Rousseau plantea un proyecto orientado hacia el futuro. Sería una de las bases del totalitarismo: imponer por la violencia un proyecto futuro que supuestamente representaría la voluntad general.
Mill (siguiendo las huellas de
Hobbes y de
Spinoza) plantea la libertad como algo que pertenece al ámibito privado. la moral y la política quedan confinadas al ámbito de lo útil y lo útil tiene que ver con la seguridad. La libertad es una acción, una praxis política. La de los hombres que son capaces de actuar libremente en sus decisiones políticas, que son las que marcan las relaciones entre los humanos.
Mi refelxión crítica. En primer lugar
Hannah Arendt da un sentido excesivo a la político, No deja espacio para la moral y la ética, que pienso que son otros dos registros que hay que diferenciar. Esta hiperinflación de lo político le lleva a entender la libertad en un sentido único. Al margen de la libertad de los antiguos hay que contemplar la libertad de los modernos, como posibilidad de elección personal. En este sentido la diferencia de
Mill entre lo público y lo privado hay que mantenerla.
Hannah Arendt se equivoca cuando considera, por ejemplo, que el hogar queda fuera de la política. La vida doméstica, y esto lo señala bien
Mill, pertenece al ámbito público en la medida en que hay derechos compartidos que la política, con sus leyes, debe garantizar. En cuanto a su valoración de
Spinoza, me parece que se deja lo fundamental, que es su idea de la libertad como dominio de la razón sobre la pasión. Pero este puede ser, en definitiva, el mismo planteamiento que el querer y el poder. El dominio de la razón implica un carácter, una voluntad. ¿Por qué no considerar que la persona libre es la que no es esclava de sí misma?
Me parece que el último
Foucault, recogiendo las aportaciones de los antiguos pero en una lectura moderna (¿existe otra?) lo recoge muy bien: ser libre es no ser esclavo de sí mismo ni de los otros. La persona libre cuida de sí y también cuida de los otros.
Luis Roca Jusmet,
Hannah Arendt, ¿qué es la libertad?, Materiales para pensar, 21/07/2013