Wolfgang MartynkewiczSalón DeutschlandIntelectuales, poder y nazismo en Alemania (1900-1945)Traducción de Silvia Villegas.Edhasa, Barcelona, 2013, 618 páginas, 32, 9 euros.
Puede confundir al lector el subtítulo de este libro, ya que hace pensar en un análisis exhaustivo de toda la intelectualidad alemana y su relación con el poder desde comienzos del siglo XX hasta el final del Tercer Reich. Pero este extenso y minucioso trabajo de Martynkewicz —profesor de literatura en Bamberg— se centra sólo en un potente círculo cultural arraigado en la espléndida ciudad de Múnich; la capital bávara de la cerveza fue el epicentro del arte y el pensamiento de la modernidad germana desde el año 1900, y dos décadas después, la cuna del movimiento nacionalsocialista. En la Karolinenplatz o “plaza del obelisco” floreció durante casi treinta años un selecto salón cultural bajo la dirección de Hugo y Elsa Bruckmann, dueños de la vigorosa editorial homónima. En su lujosa mansión se daban cita Rilke y Hofmannsthal; Stefan George, el conde Keyserling y hasta Thomas Mann. Otro de los invitados de honor era Houston Stewart Chamberlain, cuyo ominoso libro
Los fundamentos del siglo XIX, editado por Bruckmann, fue un éxito de ventas. Con la teoría de las razas allí expuesta y demás conceptos pseudocientíficos, la obra haría las delicias de otro futuro visitante del salón: Adolf Hitler. Martynkewicz presenta multitud de personajes del mundillo artístico y cultural muniqués y traza un detallado panorama de las novedosas ideas que los seducían. El vacío existencial que acusaba la época en torno a 1900 abría innovadoras perspectivas en el arte, la arquitectura o el pensamiento y pronosticaba una revolución futura que, sin embargo y tras dar muchas vueltas, treinta años más tarde terminaría por expresarse —en parte— en una fatal ideología de “germanidad”, “raza aria” y “liderazgo mesiánico”.
Muy interesantes son los capítulos dedicados a la exaltada relación de los intelectuales muniqueses con la I Guerra Mundial; desde la eclosión patriótica y la ilusión casi mística de reverencia por la contienda “purificadora” —con la consiguiente justificación de los crímenes de guerra alemanes (incluso Thomas Mann lo hizo)—, hasta la decepción que cundió entre ellos a mediados de 1915, cuando el “glorioso sacrificio” se reveló carnicería inútil.Hacia la mitad del libro aparece Hitler, el mistagogo que confunde a los burgueses cultos con su pátina postiza de cultura y amor por el arte: algunos de los habituales del salón de los Bruckmann quedaron pasmados por la potencia de aquel miserable camaleón con “flequillo de proxeneta” —así lo vio Klaus Mann— que a menudo se presentaba en sociedad con fusta y revólver. Hacia 1924 Elsa Bruckmann y su marido, apoyaron con dinero a granujas como Hess, Rosenberg y demás calaña nazi; colaboraron en la revisión del infame
Mi Lucha (dos tomos de necedades), y cuando los nazis se quitaron la máscara, también ellos sufrieron la desilusión de ver cómo los brutos pisoteaban cualquier noble ideal y destrozaban Alemania.Modernidad artística y coqueteo con el poder quedan reflejados en este libro exhaustivo de lectura exigente, imprescindible para reflexionar sobre esa misteriosa relación que a veces se da entre los intelectos más elevados y la servidumbre más cobarde.
Luis Fernando Moreno Claros,
Munich intelectual y hitleriano, Babelia. El País, 17/08/2013
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