23:23
»
El café de Ocata
“¡Rousseau, Rousseau!”, exclama Hume, “¡Qué de cosas podría decir yo de este hombre! ¡Es tan fatuo que prefiere sentirse perseguido que ignorado! ¡Pero no me tiréis de la lengua, que después Voltaire me estira a mí de las orejas y quizás tenga razón al regañarme por haber sido demasiado severo con él! Añadiré sólo una cosa: fue capaz de aparecer en público vestido de armenio para que no lo reconocieran, cuando si de verdad quería ser invisible no tenía más que haber ido de Rousseau”