Se reía el cristiano Tertuliano, allá por el año 200, de tres dioses romanos: Sterculus, Mutunus y Laurentia. ¿Cómo han podido contribuir a la grandeza de Roma estos ridículos diosecillos?, se preguntaba, y me imagino que sus fieles se reirían a carcajada limpia. A Prudencio también le costaba creer que hubiera senadores que los siguieran adorando. Sterculus es el dios del estiércol o, si se quiere decir más lisa y llanamente, de la mierda; Mutunos era una deidad fálica y Laurentia parece que era o una diosa prostituta o una diosa de las prostitutas.
En su origen, Sterculus estaba relacionado con Saturno, un dios protector de los trabajos del campo que conocía el milagro de fertilidad que hace posible el estiércol. O incluso pudo haber sido una imagen de Saturno en pañales.
Probablemente ni Tertuliano ni Prudencio sabían nada del capitán de un barco que en mitad de la noche navegaba por las aguas próximas a la isla de Paxis, en el Golfo de Patras y en un momento en que toda su tripulación estaba durmiendo, oyó que alguien lo llamaba por su nombre desde el interior de la isla para decirle: “El gran Pan ha muerto”. Lo cuenta Plutarco en ¿Por qué guardan silencio los oráculos? Hans Jonas comenta esta historia diciendo que la civilización occidental siempre ha llevado en su seno la imagen de la muerte de Dios. El problema es que lleva en su seno también la imagen de los dioses convertidos en mierda y la mierda no necesita de la fe para afirmarse como una presencia.