BLOCS DE FILOSOFIA » octubre 5, 2014

« Expand/Collapse

(6 sin leer)

octubre 05, 2014
21:47
5 investigacions sobre el mal humà.
» ‎ La pitxa un lio

La mayor parte de la gente es buena la mayor parte del tiempo. Sin embargo, en las circunstancias adecuadas, podemos ser egoístas, despóticos y crueles. Y tal y como pusieron de manifiesto experimentos clásicos de las ciencias sociales como los que citamos a continuación, estas circunstancias no están tan lejos.
1. Milgram: obedecemos la autoridad ciegamente
En 1961, el psicólogo de la Universidad de Yale Stangley Milgram estaba perplejo por el juicio en Israel a Adolf Eichmann, uno de los principales organizadores del Holocausto. Eichmann intentaba escudarse en que obedecía órdenes, al igual que los nazis juzgados en Nuremberg.
Milgram quiso poner a prueba hasta dónde obedecemos las órdenes sin llegar a plantearnos estas instrucciones y diseñó un experimento en el que los participantes tenían que apretar un botón que provocaba una descarga eléctrica cada vez que otro participante fallaba una pregunta. Además, la intensidad de esta descarga se incrementaba con cada error. Lo que no sabía quien apretaba el botón es que quien recibía las descargas en realidad estaba actuando y no sufría dolor ninguno.
A pesar de que quien recibía las descargas gritaba cada vez más, el 65% de los participantes llegaba a infligir el dolor máximo y sólo el 35% paró antes de llegar a este nivel. Muchos seguían a pesar de mostrarse nerviosos, agitados e incluso enfadados, obedeciendo a un experimentador que les pedía que siguieran, con frases como “por favor, continúe” e incluso “no tiene otra opción, debe continuar”.

Según Milgram, el estudio muestra cómo “personas comunes, que simplemente hacen su trabajo y sin ninguna hostilidad por su parte, pueden formar parte de un proceso destructivo terrible”, al no disponer de “los recursos necesarios para resistir la autoridad”.
En 1966, el psiquiatra Charles K. Holfing terminó de poner los pelos de punta al mundo cuando en su célebre experimento del hospital médicos desconocidos pidieron a enfermeras que administraran dosis peligrosas de un medicamento ficticio a sus pacientes. Aun sabiendo que su actuación podía ser letal, 21 de las 22 enfermeras habrían obedecido órdenes.
2. La Ola: el fascismo no nos parece tan malo, una vez dentro
En 1967, Ron Jones, profesor del instituto Cubberley de Palo Alto (California), se vio incapaz de explicar a sus alumnos cómo fue posible que los ciudadanos alemanes aseguraran haber ignorado el exterminio de la población judía, y decidió que lo mejor era demostrarlo con un experimento: inventó un movimiento llamado “La Tercera Ola. El lema era “Fuerza a través de la disciplina, fuerza a través de la comunidad, fuerza a través de la acción y fuerza a través del orgullo”.
Comenzó imponiendo algunas normas sencillas a sus alumnos, como levantarse antes de hacer una pregunta, para ir introduciendo los sucesivos días nuevas nociones de disciplina y comunidad, incluyendo un saludo similar al nazi. A partir del tercer día comenzaron a unirse alumnos de otras clases y el movimiento contaba con emblema y tarjetas identificativas. Es más, los alumnos se espiaban y delataban, e incluso se llegó a intimidar a quienes criticaron el movimiento. Uno de estos alumnos, Mark Hancock, explicó en 2008 al Telegraph que “La Ola era como un estado policial con líderes, seguidores y la resistencia”.
Jones, sorprendido (y asustado) por el alcance del experimento, decidió ponerle fin, pero a lo grande. Aprovechando que uno de los chicos le había preguntado si un anuncio de la revista Time en el que salía una ola era algún tipo de mensaje secreto, el profesor explicó a sus alumnos que el movimiento en realidad formaba parte de una iniciativa nacional y que al día siguiente se anunciaría un candidato a la presidencia de Estados Unidos. Los alumnos, entusiasmados, se lo creyeron.
El quinto y último día de la Ola, Jones reunió a sus alumnos y les mostró un televisor sin señal, en lugar del esperado discurso, y les reveló que habían formado parte de un experimento sobre cómo el fascismo había creado un sentimiento de superioridad en la sociedad de la Alemania nazi.
Algunos de los alumnos se echaron a llorar.
3. La cárcel de Stanford: el poder nos corrompe
El profesor de psicología Philip Zimbardo diseñó un experimento pensado para investigar las causas de conflicto en cárceles: en 1971 veinticuatro estudiantes fueron divididos aleatoriamente entre prisioneros y guardias en una prisión falsa montada en el sótano de la facultad de psicología de la Universidad de Stanford. Los participantes enseguida perdieron el control, aplicando medidas autoritarias y llegando a la tortura psicológica, siendo todo esto aceptado por muchos de los prisioneros y por el propio Zimbardo. Dos de los encarcelados abandonaron el experimento, que se tuvo que cancelar al cabo de sólo seis días.

Según Zimbardo, este experimento fallido revela cómo “la naturaleza humana no está bajo el control de lo que nos gusta catalogar como libre albedrío, sino que la mayoría de nosotros puede ser convencido para comportarse de forma completamente diferente a cómo creemos ser”. De hecho, uno de quienes participó como carcelero reconoció las imágenes de las torturas de Abu Ghraib como “familiares”: “Enseguida supe que probablemente sólo eran personas muy normales y no manzanas podridas, tal y como el departamento de defensa intentó presentarlas”.
4. Una clase dividida: estamos llenos de prejuicios
Muzafer Sherif llevó a cabo un polémico experimento en 1954 con un grupo de adolescentes a los que llevó a un campamento de verano y dividió en dos grupos. Estos grupos sólo entraban en contacto para competir, con lo que se introdujeron tensiones que se solucionaron cuando ambos equipos comenzaron a colaborar en juegos y problemas.
Otro experimento similar (y también controvertido) sobre discriminación fue el llevado a cabo por Jane Elliot, quien en 1968 dividió a su clase en un grupo de niños con ojos azules y otro con ojos marrones, explicando que uno era superior, lo que llevó a que los niños mostraran comportamientos incluso crueles. Al cabo de unos días, Elliot intercambió los papeles.Cualquier excusa puede servir para que nos sintamos parte de un grupo y demos preferencia a sus miembros; incluso preferir a Klee sobre Kandinsky puede ser usado para crear identidad de grupo y mirar con desprecio a los que se cree que prefieren al otro pintor.

No somos inmunes a los prejuicios que existen en la sociedad, ni aunque formemos parte del grupo discriminado. En 1939, Kenneth Clark y Mamie Clark mostraron una muñeca negra y otra blanca a niños negros de 6 a 9 años, haciéndoles una serie de preguntas, como con cuál querían jugar, cuál era la más bonita, cuál era la que tenía peor aspecto, y terminando con un “dame la muñeca que más se te parezca”.
La mayoría prefería jugar con la muñeca blanca, a la que se le atribuían los rasgos positivos. Y el 44% decía que la que más se le parecía era la blanca. (La cadena de televisión estadounidense ABC replicó el experimento recientemente, con resultados que muestran que la situación desde entonces ha mejorado, pero sólo en parte).
5. El efecto espectador: no ayudamos si lo podemos evitar
Kitty Genovese murió asesinada el 13 de marzo de 1964, a pesar de que 37 vecinos presenciaron los hechos sin hacer nada al respecto (si bien es cierto que en este caso hay muchos matices). Intrigados por el suceso, John Darley y Bibb Latané desarrollaron una serie de experimentos en 1968 con el objetivo de averiguar por qué pasó algo así y si podría volver a pasar.
En uno de ellos, el participante hablaba con otra persona utilizando un intercomunicador, al estar en habitaciones separadas (la excusa era que iban a hablar de temas personales). Durante la conversación, la otra persona simulaba un ataque epiléptico, que podía oírse claramente. El 85% de los participantes dejaba la habitación e iba a buscar ayuda. Pero cuando el experimento se organizaba de modo que los participantes creían que había otras cuatro personas con él, sólo se levantaba el 31%.
El estudio confirmaba que la responsabilidad se diluye cuando hay más testigos de cualquier hecho y tenemos que superar la tendencia a pensar “ya se encargará otro” o, simplemente, “si nadie hace nada, no será tan grave”.

Epílogo: Y además, los científicos también pueden ser horribles
Muchos de los estudios citados no se podrían repetir hoy en día por cuestiones éticas, sobre todo en lo que se refiere al consentimiento informado y al hecho de que en muchos casos se engañó a los participantes. Un caso de experimentador que se excedió en este sentido fue Wendell Johnson en un experimento que hoy en día se recuerda con el nombre nada sutil de “El Estudio Monstruo” (sólo falta acompañarlo de truenos y relámpagos).
Lo curioso es que las conclusiones de este trabajo apuestan por la bondad (el refuerzo o consecuencias positivas funciona mejor para el aprendizaje que el castigo o consecuencias negativas), pero su forma de probarlo fue, digamos, algo excesiva: escogió a 22 huérfanos, 10 de ellos tartamudos. A la mitad del grupo le enseñó a superar la tartamudez con refuerzo positivo (ánimos, elogios y aplausos) mientras que la otra mitad sufrió consecuencias negativas (recriminaciones y castigos, además de que los profesores dijeran a todos los niños que tartamudeaban, lo hicieran o no).
Ninguno de los niños que no tartamudeaba llegó a mostrar este rasgo al final del estudio, que duró seis meses, pero sí que desarrollaron problemas de autoestima. De hecho, seis de ellos recibieron una indemnización de casi un millón de dólares en 2007 por parte de la Universidad de Iowa.
Jaime Rubio Hancok, 5 experimentos sobre el mal que aún siguen inquietándonos, verne, 05/10/2014
21:14
Podem sortir de la caverna platònica?
» ‎ La pitxa un lio

Según Platón, los seres humanos viven en una morada-prisión y no perciben las cosas como son en realidad. Consideran reales las sombras de multitud de objetos artificiales que otros hombres, los titiriteros del conocimiento, generan y proyectan sobre los demás. El engaño es visual, pero también auditivo, pues entre los porteadores de apariencias algunos hablan. Platón no dejó claro quiénes transportan esas figurillas. Por nuestra parte, propondremos la hipótesis de que los titiriteros son nuestros antecesores. Al educarnos y enseñarnos a hablar troquelan nuestra mente y nos dicen cómo poner nombre a las sombras. Nosotros hacemos lo mismo con nuestros descendientes. Unos y otros estamos prisioneros en la caverna terrestre, atados a las palabras, obligados a ver las cosas conforme aprendimos a verlas. Podemos representarnos a nosotros mismos como espectadores en un teatro, linterna mágica o sala de cine, con la peculiaridad de que estamos obligados a mirar siempre en la misma dirección: hacia el futuro. No podemos retornar al pasado ni vivir a contratiempo.
El mundo se compone de secuencias de cavernas espacio-temporales, cada una de las cuales conforma un microcosmos. Unas sombras son duraderas y se proyectan por doquier, es el caso de la biosfera, o caverna natural. Otras son efímeras, es el caso de las personas. Algunas microcavernas perduran en el tiempo y dejan rastro en la memoria colectiva, donde los prisioneros conservamos nuestros recuerdos más memorables, como en la época prehistórica. Surgen así otras cavernas, las culturas, compuestas por historias, novelas, hazañas, desastres y obras de arte de todo tipo, que nosotros mismos proyectamos sobre nuestros sucesores. Si la Tierra es la caverna común de la humanidad y estamos sujetos a ella por las leyes de la naturaleza, el decurso de la historia resulta ser una compleja red de cavernas culturales y personales, mutuamente imbricadas en el espacio-tiempo. Según esta hipótesis, seguimos siendo hombres y mujeres de las cavernas, aunque estas no sean formaciones geológicas, sino culturales y mentales. Esta es la propuesta que pretendemos desarrollar en este libro.
Volvamos a Platón. Él representó la caverna humana como un juego de luces y sombras. El sol está fuera y da luz al verdadero mundo, compuesto por ideas atemporales. En la caverna estamos nosotros y en ella hay penumbra, si no oscuridad. Cada idea se descompone en una multitud de sombras, que a los cavernícolas nos parecen reales. A juicio de quienes escribimos esto, que somos varios, la mayor aportación de esta alegoría consiste en sugerir que, por mucho que nos sintamos reales, también nosotros somos sombras proyectadas por los titiriteros del conocimiento, nuestros antecesores en esas artes. Si ponemos en duda la realidad del mundo, como Descartes, e incluso nuestra propia realidad, como Freud, podremos llegar a estar en condiciones de hacer filosofía, es decir, de experimentar el deseo de saber. Tal es el objetivo de estas páginas, las cuales conforman a su vez una caverna, en este caso impresa. Al inventar la imprenta, Gutenberg creó uno de los principales teatrillos del conocimiento, el libro. Los idiomas y la escritura son modos de proyectar ideas sobre las mentes de los demás. Algunos pueden quedar cautivos de las letras y las novelas, como le sucedió a Don Quijote, a quien evocaremos en el apartado siguiente. Están entrando Vdes. en una de las cavernas canónicas de la humanidad, los libros. ¿Cuál es la caverna más ficticia? (pàgs. 12-13).
Javier Echeverría, Entre cavernas. De Platón al cerebro, pasando por Internet, Triacastella, Madrid 2013
20:53
Contra els valors emprenedors de Silicon Valley (Ievgueni Morozov)
» ‎ La pitxa un lio

Ievgueni Morozov

Aquest jove d'origen bielorús és una de les veus més crítiques amb el domini de les nostres vides que tenen alguns gegants tecnològics. Ha escrit sobre la part fosca d’internet i sobre l’obsessió per la tecnologia com a solucionadora de problemes al seu llibre més recent, To save everything, click here.
Denuncia que la tecnologia substitueix la política.
Sí, la tecnologia es presenta com una vareta màgica que permet fer front a la crisi carregant tota la responsabilitat a l’esquena dels ciutadans i, a més, ens ven les dades que ho expliquen. És una visió molt cínica, esclar. S’ocupen dels efectes en lloc de les causes. Això també és perquè volem emmagatzemar-ho tot, que és l’única manera de reunir tots els efectes. Quan passes de gestionar les causes a gestionar els efectes, només pots fer-ho emmagatzemant-los tots. Per això tenim l’internet de les coses i sensors a tot arreu, en aquesta mateixa habitació: als llums, a la taula... per si de cas volem afegir més funcions i manipular els objectes. Té molt a veure amb el model democràtic en declivi, amb el capitalisme tardà i amb el fet que ja no es confia que els governs estiguin capacitats o tinguin ganes de fer res, i es pensa que simplement cal proveir-se de tecnologia sofisticada.
Sabem que ens espien però sembla que no ens importi. Per què ens hi hem resignat?
Primer, pels beneficis que en treu la gent. Tenim totes aquestes aplicacions sobre salut al mòbil, que et fan saber que et posaràs malalt molt abans que ho estiguis de manera que ni tan sols hagis de visitar un metge. És una transició a un nou paradigma on tot es tracta des de la predicció: des de dir-te coses que podrien passar-te, basant-se en comportaments previs. És molt còmode. Jo, per exemple, tinc l’aplicació Google Now, que analitza tota la meva activitat a Gmail i a Google i em diu que demà he d’agafar un avió, de Barcelona a Berlín, i fins i tot em diu a quina hora he de sortir, en funció del trànsit a Barcelona. Si hi ha un retard, també m’ho faran saber. Això es calcula amb la previsió de trànsit en aquesta determinada hora, i de manera automàtica. Crec que aquest és el futur de les cerques. Totes aquestes dades ens seran facilitades fins i tot abans que les cerquem. Si en el passat he mostrat interès en la paella, ara que sóc a Barcelona el mòbil em proposarà restaurants per menjar-ne. Serà la informació qui ens trobarà a nosaltres.
I la tecnologia és tan útil que no en dubtem encara que se’n faci un mal ús.
Crec que si el ciutadà no reacciona és també perquè ha perdut la fe en la capacitat de les institucions polítiques i socials de proposar alternatives vàlides. En salut pública, per exemple: perquè no hi ha diners i, a més, hi ha una mena de desgana per lluitar pel que sigui. I si Google pot monitorar com et mous, com dorms i com menges i dir-te què pots fer per fer-ho millor, ni tan sols se sobrecarreguen els serveis públics. Per això als governs els agraden tant aquest tipus de tecnologies. Els permet retallar la despesa en serveis públics perquè els ciutadans es cuiden a ells mateixos. Aprenen a fer-se els mapes i a resoldre els seus problemes, i les dades els informaran dels problemes abans que apareguin.
I això anirà en augment?
Així és com es combat el terrorisme actualment. Ja no s’intenta entendre’n les causes, ni ens preguntem per què un grapat de persones al Pròxim Orient estan prou enfadades per voler fer-nos saltar pels aires. No ens parem a analitzar la relació prèvia amb determinades polítiques exteriors. L’únic que fem és recollir dades. Qui són els 10 joves que més probablement ens faran saltar pels aires? Fan una llista, diuen que cal impedir que agafin avions, i ja està. Hem abandonat els processos d’abans, en què s’intentava connectar els fets de la nostra vida amb els processos històrics i socials. Abans la política era això: gestionar les causes i saber els perquès. Per què estem malalts? Per què som pobres? Per què aquests ens volen atacar? I després fer-hi alguna cosa, que no implicava canviar-nos només a nosaltres. Podia implicar també lluitar contra els lobis, regular els bancs, invertir diners públics en algun projecte...
Els ciutadans som poc crítics perquè som fans de les marques.
A Amèrica no és que els ciutadans no protestin contra Google, és que li fan costat, i li fan costat gairebé de manera unànime. Són patriotes.
Les grans companyies no són de fiar en alguns aspectes. Per exemple, no paguen impostos.
La part evident i visible de la maldat no és la que em molesta. Ho sabem, que no paguen impostos. Van d’àngels, i aquest és el problema, que no ho són. Hi ha molta hipocresia. El que em molesta és la part invisible. I el que pot passar.
Què pot passar més?
Mira Facebook. Ara vol ser el proveïdor de l’accés a internet a l’Àfrica. Estan instal·lant uns globus amb drones que portin connexió a les àrees més remotes. I estan arribant a acords amb operadors de telefonia mòbil d’aquell continent. Facebook arriba allà i possibilita l’accés a internet, sota condicions. Si utilitzes la xarxa de Facebook és gratis, si vols utilitzar-ne alguna altra la pagues. D’altra banda, tothom qui vol arribar a aquesta gent ha de passar sí o sí per Facebook. Facis el que facis, banca, educació... És gratis, però Facebook ho registra. També hi ha totes aquestes empreses, en els països en desenvolupament, que ofereixen crèdits analitzant l’activitat a les xarxes socials. Et diuen: “Com que no tens cap altre historial de crèdit, amb totes aquestes dades que obtenim de Facebook nosaltres decidirem si te’l donem o no”. Cadascun dels clics que facis determinarà l’únic préstec al qual probablement podràs tenir accés en la teva vida.
Tal com ho descriu sona terrible.
Podem pensar que és tecnologia, però jo crec que és neoliberalisme. I dir-ne d’una altra manera em sembla molt ingenu. Com hem arribat a una situació en què Facebook és la plataforma principal per proveir-se d’altres serveis públics? La banca era un servei públic, que tenia la funció de donar préstecs. Ara l’educació passa per Facebook perquè així no s’ha de pagar. Una companyia enorme s’ha convertit en la guardiana de tot un seguit de serveis públics. Això implica també que tot el que consumeixis en altres tipus de serveis també es grava i s’emmagatzema.
¿Els governs no en són conscients, d’això, o és que no hi poden fer més?
Els governs també passen per moments difícils. Molts d’aquests governs, d’altra banda, són gairebé inexistents, són corruptes, i estan contents amb el que està passant. No s’han col·lapsat sols. S’han col·lapsat per anys de corrupció i intervencions. Occident s’ha enriquit! Però mai hi tindràs un govern! Uns el venen dient que l’antic govern era dolent per a ells, i que s’hauria de privatitzar tot; i després ve una gran companyia de Silicon Valley i exclama: “Nosaltres som el nou govern, us proveirem de serveis”.
La solució de les ciutats és convertir-se en smart cities, amb tecnologia.
No crec que hi hagi res de dolent en una aplicació que et digui a quina hora exacta arriba l’autobús. Això és fantàstic! Però també hi ha aplicacions més sinistres. No siguem ingenus. Hi ha totes aquestes companyies -IBM, HP, CISCO, Microsoft- que venen solucions. I diuen a les ciutats: “Mireu, esteu arruïnades -que és la veritat-. Nosaltres us oferim la possibilitat d’analitzar totes les dades de criminalitat a la ciutat per ajudar-vos a predir quan tindran lloc els crims i aconseguir uns resultats òptims amb la meitat del pressupost que vau fer servir l’any passat”. Quin alcalde dirà que no a aquesta proposta? De manera que un dels motius principals que empenyen a esdevenir smart city és reduir els pressupostos. A Nova York, per exemple, estan obsessionats amb el big data.
És útil, no?
Si volen saber on tindrà lloc el pròxim incendi, tenen dues opcions: o enviar un inspector a revisar tots els edificis o fer servir dades massives. Què faran? Triaran el big data, perquè ja no poden contractar més experts. No saben què provoca el foc, perquè només es basen en correlacions i en efectes a posteriori, però poden saber on hi ha possibilitats que n’hi hagi un altre. Si un edifici incendiat tenia unes determinades característiques, hem d’analitzar els edificis que tinguin les mateixes característiques. I aquesta és l’única manera que tenen els inspectors de fer-hi front, la que s’assembla més a anar revisant edifici per edifici. I és una manera d’anar passant amb menys pressupost i fer cara de normalitat. Estem obsessionats amb totes aquestes dades: criminalitat, immigrants, fonts d’abastiment, aigua, energia... Es volen optimitzar tots els processos. La tecnologia proporciona maneres d’ajudar a gestionar millor una ciutat, però no crec que els interessos de Microsoft siguin els de l’interès públic.
Mana el mercat.
Què és d’interès públic i què no és d’interès públic? Ningú ho sap. Tothom està ocupat amb altres coses. Els partits estan ocupats amb altres coses, els ciutadans estan ocupats barallant-se amb el Banc Central... I de sobte apareixen les ciutats intel·ligents i tot es registra. Google ho registra tot. D’aquí cinc anys ens aixecarem i ja no podrem fer res perquè tot estarà controlat. Google controlarà les connexions, els dispositius, els navegadors, controlarà totes les capes d’accés als servidors. Què podrem fer d’aquí cinc anys? Res! Sí, podem queixar-nos de com estan les coses a Rússia i a la Xina, on es coarta la llibertat d’expressió. Però si deixessin que Google, o més aviat Facebook en aquest cas, controlés parts clau de la seva estructura nacional d’informacions, ja es podrien oblidar de la sobirania. Cedir el control sobre això a una empresa americana significa rendir-se completament a Amèrica.
¿Els governs europeus han sigut ingenus rendint-se a la indústria tecnològica nord-americana?
A Europa ja no hi ha cap política sobre la indústria. Totes aquestes empreses són deixalles, estaran mortes d’aquí uns anys. Philips, o mira què ha passat a Nokia, està morta. I no s’hi vol fer res. La Comissió Europea probablement és la institució més neoliberal del món. L’únic que fan és promoure l’emprenedoria, la innovació. I què vol dir això? Que no inverteixen diners en infraestructures. Inverteixen en companyies com Deutsche Telekom, Orange... No en poden dir subsidis, perquè ho tenen prohibit, però en diuen recerca i desenvolupament. I ho fan amb els diners dels contribuents. Nosaltres ja hem pagat aquestes infraestructures, perquè solien ser les infraestructures nacionals. Aleshores es privatitzen i, ara, les tornem a pagar. I la Comissió Europea no fa res.
M’està deprimint.
Les coses estan malament. Si em preguntes què pots fer tu com a ciutadà, no ho sé. Uneix-te a algun moviment revolucionari. Jo tinc l’esperança que els moviments socials començaran a pensar també en aquests temes, i que tindran entre ells algú intel·ligent que descobrirà com es poden enllaçar tots aquests temes referents a les grans infraestructures amb coses com ara Bitcoin, que ara mateix és l’única alternativa a l’euro. No hi ha res més sobre la taula. El comissari entrant de l’Agenda Digital a Europa, que serà un alemany, només mirarà pels interessos alemanys. Però l’hem de pressionar perquè inverteixi en serveis i plataformes segures i amb privacitat ja en el disseny, que no es basaran en la publicitat i que estaran descentralitzades, de manera que els moviments socials les puguin utilitzar per organitzar-se, mobilitzar-se i fer coses. Això articularia una visió política i econòmica diferent i fer que la tecnologia pogués estar al servei d’un projecte conscient socialment i no dels valors emprenedors de Silicon Valley.
I aquest debat no és al carrer.
A Europa, una vegada superes els debats que es pregunten si internet i tota aquesta bombolla ens fa estúpids, comences a pensar per què ens hem quedat encallats en aquests serveis i infraestructures, amb tot aquest emmagatzematge de dades, i amb aquest caminar mig adormits, i entens que únicament respon als interessos dels polítics europeus i a la pressió provinent d’Amèrica. És una qüestió política, d’on van a parar els diners i on no. I també reflecteix un fracàs a l’hora de proposar una visió alternativa.
S’ha de fer més política sobre internet?
Internet no està fent res, són un grup d’empreses interessades a tenir-te fent clics, i saber què t’agrada i quin és el teu estat d’ànim i què vols veure. Això maximitzarà els diners que faran amb tu quan et mostrin anuncis. Ara mateix, tot el nostre món digital depèn de la publicitat. Això és tot. Ningú té cap alternativa. I què hi fa l’Estat? Res! Treballar contra els hackers de mentalitat cívica que intenten lluitar per donar-nos una mica de privacitat.
M’està dient que fem debats laterals que ens distreuen del central, de l’important.
Sí, a Amèrica és com s’evita parlar dels problemes reals. S’inventen enemics. Si parles dels problemes del capitalisme, per evitar parlar-ne et diuen: “Deus ser comunista!” A Alemanya voldrien que desaparegués Google, però a canvi volen posar-hi l’editora Axel Springer. I llavors veus el director executiu d’Axel Springer a la BBC i li pregunten: “No t’agrada Google. Quina és la vostra visió dels cercadors?” I diu: “Bé, Google ordena les cerques per ordre de rellevància. Nosaltres volem fer-ho d’una altra manera, volem fer-ho per ordre de popularitat”. Perquè així totes les webs d’Axel Springer seran al top 20. A mi tampoc m’agrada la digitalització, però el que ell proposa és molt pitjor. Es fa difícil saber qui són els enemics i qui els aliats. Parles amb ells i et diuen: “Oh, és que Silicon Valley està acabant amb els nostres valors”. Potser és una cosa bona, acabar amb els valors que hi ha ara a Europa. [Riu.] Tampoc hem de pensar que, com que a Silicon Valley són tots malvats, qualsevol que s’hi oposi és bo.
Va escriure fa tres anys sobre la part fosca d’internet. ¿La realitat ha sigut pitjor que les seves prediccions?
Jo també estava bastant confós fa tres anys, si t’he de ser franc. [Riu.] Vivia a Washington, era molt jove i vaig pensar que podia donar alguns consells. Ara estic una mica menys confós. Em deia, només que a Washington aprenguessin a fer servir internet, el món seria millor. Però després penses: l’últim que volem és que a Washington aprenguin a fer-lo servir. [Riu.]
Parlava molt de Rússia i la Xina.
Sí, han perdut llibertat d’expressió. Però si un país vol ser sobirà, s’ha d’assegurar que ningú llegeix els correus electrònics dels seus polítics ni ningú punxa els telèfons dels seus líders. Europa encara no ho ha entès. No he predit el pitjor: és molt difícil predir l’estupidesa dels polítics europeus. A la mateixa Merkel li escoltaven les trucades! Com acceptes que algú llegeixi els teus correus?
Hi ha hagut certa eufòria per les revolucions de color, com les d’Ucraïna o Geòrgia, i per la idea que amb Twitter ho canviarem tot.
La gent deia que internet era genial, que transformaria la democràcia. No ho ha fet. Jo no dic que internet sigui malvat. En el meu segon llibre, ja a la pàgina 5 o 6 dic: “Internet no existeix”. I el que vull dir és que és un error pensar en internet com un mitjà. No és un mitjà, amb unes característiques inherents, perquè les seves característiques són el resultat de decisions polítiques i econòmiques.
Podem aturar el poder d’aquests gegants?
Sí, però només si som capaços de deixar enrere aquest llenguatge vague sobre internet i posem el focus sobre qüestions polítiques i de propietat, sobre què pertany a qui. Si ens fem preguntes sobre el capitalisme i sobre el neoliberalisme, no sobre qualsevol debat estúpid de Silicon Valley. Si fem això, tenim una oportunitat. Si seguim amb el llenguatge de Silicon Valley, tot és emprenedoria,crowd-funding, economia compartida... Qui està compartint aquí? No estàs compartint el teu apartament, estàs tapant un forat! El llenguatge que es fa servir a Silicon Valley ens fa estúpids. I per mi no hi ha cap resposta amb força a tot això. Com aguanta la gent tantes tonteries? És pitjor que l’agenda d’austeritat.
O sigui que al final és una mica optimista.
Si no fos optimista, a hores d’ara ja estaria en un monestir.
Carles Capdevila, Ievgueni Morozov, "Podem pensar que és tecnologia però és neoliberalisme", Ara, 05/10/2014
El perfil
Nascut el 1984 a Bielorússia, té publicat a Destino el llibre El desengaño de Internet, i la seva obra més recent és To save everything, click here: The folly of technological solutionism.
Ha escrit al New York Times, té un blog a Foreign Policy i és un conferenciant molt sol·licitat per la seva manera contundent de criticar com la tecnologia substitueix la política i com la política s'hi resigna.
Parla molt de pressa, però molt, i llança un munt d'idees per minut, com pertoca a un món accelerat. Combina un tremendisme justificat sobre els grans gegants amb un ús personal de la tecnologia molt sofisticat.

20:50
La política es humo
» ‎ El café de Ocata

Karl Kraus: "La política es lo que un hombre hace a fin de ocultar lo que es y lo que no sabe".

20:41
La intel.ligència està en els gens?
» ‎ La pitxa un lio

Els fills hereten dels pares coses bones i dolentes, com per exemple el color dels ulls, la pell i els cabells, un nas més o menys gran, la predisposició a engreixar-se, algunes habilitats atlètiques o la capacitat intel·lectual. ¿O no? Encara que la majoria de la gent estaria d'acord amb aquesta afirmació, alguns científics matisarien l'últim punt. Així com és obvi que la pràctica totalitat dels nostres trets físics vénen molt determinats per la barreja de l'ADN que rebem dels progenitors, quan parlem d'intel·ligència, l'origen no és tan clar. És cert que existeix una correlació entre els quocients intel·lectuals de generacions consecutives d'una família, moltes vegades òbvia sense que sigui necessari fer mesures molt complicades, però ¿quina part depèn realment dels gens i quina de l'entorn?
Aquesta és una pregunta amb moltes implicacions pràctiques, més enllà de la simple curiositat científica. Si el límit de la intel·ligència que podem aconseguir estigués marcat només per l'agilitat neuronal dels nostres ascendents, seria inútil esforçar-se a millorar més enllà d'un punt determinat. En canvi, si tothom pot arribar a ser un premi Nobel, estaríem desaprofitant el potencial d'un munt de persones que no tenen accés a l'estimulació necessària per arribar tan lluny com podrien. Evidentment, el més possible és que hi hagi un punt mitjà entre el determinisme genètic de la primera opció i el conductisme exagerat de la segona, i això és precisament el que s'està intentant definir des que les millores tècniques ens han permès llegir genomes sencers invertint-hi quantitats cada vegada més assequibles de temps i diners. La clau és trobar quins gens poden fer-nos més o menys intel·ligents per poder valorar així en quin percentatge determinen la nostra capacitat cerebral.
Però de moment, els resultats que s'han obtingut resulten poc clars, fins al punt que una bona part dels treballs que han identificat regions de l'ADN possiblement implicades en la intel·ligència han estat criticats severament i, en alguns casos, fins i tot s'ha vist que contenien errors metodològics importants. Això sí: els d'estudis realitzats en bessons idèntics en els últims anys confirmen que el quocient intel·lectual ha de tenir un fort component genètic.
A més a més, se sap que la intel·ligència pot variar al llarg del temps, i el fet que les capacitats mentals dels nens es correlacionen amb les que tenen quan són adults es converteix en una prova més que hi ha d'haver una base genètica important. I no obstant, a principis d'aquesta dècada es va veure que les diferències a l'ADN d'un grup d'individus no eren suficients per explicar les variacions de la intel·ligència que hi havia entre ells, el que s'ha anomenat el «problema de l'herència desapareguda». Si és tan obvi que certs gens determinen la intel·ligència, ¿per què no els trobem?
L'últim estudi en aquest camp, publicat fa unes setmanes a la revista PNAS pel doctor Daniel Benjamin i els seus col·laboradors, ha estat considerat pels experts un dels més rigorosos i amplis i, no obstant, ha tornat a topar amb el problema d'on s'amaguen els «gens de la intel·ligència». Els investigadors van estudiar les variants genètiques de més de 106.000 persones i en van trobar 69 que estan relacionades amb quin nivell d'educació havien aconseguit. Un bon principi. A sobre, tres d'aquestes variants es veien també més sovint en els individus amb quocients intel·lectuals més alts. ¿Són aquests, doncs, els gens invisibles que buscàvem? El que passa és que, a l'hora de la veritat, els seus efectes resulten molt petits: haver heretat dues còpies (del pare i de la mare) d'una d'aquestes variants només faria pujar 0,3 punts el quocient. És a dir, cap dels gens identificats determina significativament per si mateix quina intel·ligència tenim. Si un estudi tan exhaustiu com aquest no ha trobat els gens responsables de l'intel·lecte, ha arribat l'hora de replantejar-nos les hipòtesis.
L'explicació que seria més lògica per a aquesta sorprenent falta de dades genètiques que corroborin que la intel·ligència s'hereta podria ser que hi ha molts gens (centenars o potser milers) que hi participen. Si fos d'aquesta manera, cada un d'aquests gens aportaria únicament una part molt petita en la suma total, com suggereix l'estudi que hem comentat. Per tant, seria gairebé impossible descobrir tot el conjunt sencer tret que s'estudiessin moltes més persones. El doctor Benjamin calcula que aquesta xifra hauria d'arribar a ser d'almenys un milió d'individus. Potser algun dia hi podrem arribar, qui sap, però de moment sembla que continuarem sense saber en quin racó del genoma hi ha la informació que especifica fins on pot arribar el cervell.
Salvador Macip, El invisibles gens de la intel.ligència, el periodico.cat, 04/10/2014

12:00
Hablando de innovación educativa
» ‎ El café de Ocata

Police raid unlicensed Islamic school in east London

← octubre 4 (6 temas) octubre 6 (14 temas) →

BLOCS DE FILOSOFIA » octubre 5, 2014

Canales

(6 sin leer)

5 investigacions sobre el mal humà.

Podem sortir de la caverna platònica?

Contra els valors emprenedors de Silicon Valley (Ievgueni Morozov)

La política es humo

La intel.ligència està en els gens?

Hablando de innovación educativa