Escrito por Luis Roca Jusmet
Louis Althusser, como sabemos, despierta reacciones muy polarizadas. Desde siempre. Recuerdo en mi juventud , en el tardofranquismo,que escuchaba en la UAB en un Josep Ramoneda que le tenía devoción. El grupo Bandera Roja, por ejmeplo, se inspiró en él. Todo ello mientras otros marxistas críticos de prestigio como Manuel Sacristán lo calificaban de oligofrénico. Con el tiempo los ánimos se han calmado y ya no hay, propiamente althusseriano, aunque sí gente que lo sigue valorando como un referente. lo que sí ahya que reconocer es que marcó escuela, ya que muchos de sus discípulos se consideramn hoy filósofos políticos de alto nivel. Es el caso de Jacques Rancière, Alain Badiou, Ernesto Laclau y Chantal Moufée. De todos ellos el que me ha interesado más es Jacques Rancière, que me parece enormemente estimulante, aunque no se compartan sus posiciones políticas, como es mi caso. A Badiou lo he seguido menos pero me parece sugerente. A la pareja Laclau-Moufée los he frecuentado menos por la sencilla razón de que me han interesado menos. En un Congreso de Filosofía política escuché una comunicación sobre Laclau que no me interesó lo suficiente como para leerlo. De Chantal Moufée leí alguna entrevista. No me pareció demasiado apasionante.
Ahora están de moda como asesores políticos del peronismo, del chavismo y de Podemos. Lei una entrevista en el país a Laclau que siguió sin parecerme demasiado interesante y sin llegar tampoco a entender muy bien lo que proponía. Me pareció más retórico que otra cosa.
Hoy aparece en El País una entrevista a Chantal Moufée muy clarificadora. Plantea cuales son las proposiciones básicas de la pareja:
1) Se ha superado tanto el socialliberalismo o socialdemocracia como la izquierda anticapitalista. No son opciones viables de la izquierda actual.
2) La democracia liberal es el resultado de la confluencia de la tradición liberal ( defensora del Estado de Derecho y las libertades individuales, por un lado) y los movimientos democráticos por la soberanía popular y la igualdad. Pero en estos momentos, con el neoliberalismo, han entrado en contradicción y hay que buscar una alternativa nueva democrática no liberal. Sería una nueva izquierda.
3) La nueva izquierda debe partir de un nuevo concepto de la política. La primera base para hacerlo consiste en establecer frontera, la segunda en ganar hegemonía y la tercera en construir una nueva voluntad colectiva. Para ello hay que establecer fronteras, lo que quiere decir marcar la diferencia básica que existe en la sociedad. La que se da hoy es entre
pueblo/casta, que sustituiría a la vieja diferencia entre clases sociales. Ganar hegemonía quiere decir crear un bloque popular con una cultura y una política propia. Construir una nueva voluntad colectiva quiere decir construir una nueva identidad que sea capaz de conectar con las pasiones, con los setimientos, con los deseos de este pueblo.
Personalmente he de decir que estoy en contra de este populismo de izquierdas, que hipotéticamente se contrapondría al populismo de derechas que representan grupos como el Frente Nacional en Francia.
En primer lugar discrepo del análisis. El neoliberalismo que conocemos en estos momentos y que se identifica con privatización y con falta de regulación no creo que tenga que ver con lo mejor de la tradición liberal, que para mí representa John Stuart Mill. Es este neoliberalismo económico como el instrumento actual del tardocapitalismo el que se está cargando la democracia porque supedita el poder político al económico. Lo que hay que recuperar es la autonomía del poder político y esto debe hacerse desde lo mejor de la tradición liberal, republicana y socialista. En esto han fallado los partidos socialdemócratas convencionales y el eurocomunismo como alternativa a ellos pero es el único proyecto político que tiene consistencia frente al populismo de de la derecha.
Pienso que el Estado de Derecho entendido como pacto social que crea ciudadanos con derechos que se someten a las leyes, es lo que hay que recuperar frente a las ofensivas del poder económico. La soberanía ha de ser de los ciudadanos, no del pueblo. Porque el pueblo es una comunidad imaginada que puede negar tanto la libertad individual como los derechos universales en que se basa el Estado de Derecho. Lo que debe aportar el socialismo es que los derechos jurídicos, legales, políticos e individuales se amplíen a los sociales y a los económicos. Lo que debe aportar la tradición republicana es lo que plantea hoy Philip Pettit, que es que la libertad individual no debe entenderse como no intervención del Estado porque de esta manera no se pueden garantizar los derechos económicos y sociales, es decir una mínima igualdad social y económica. Debe entenderse como no-dominación, es decir que deben aceptarse solamente las intervenciones del Estado necesarias para garantizar esta igualdad. esta es la mejor manera de equilibrar la libertad y la igualdad.
Las clases sociales existen pero no como entidades claramente separadas, esto es cierto. Desde Marx los asalariados no solo son la clase obrera sino también pueden ser clase media, clase alta o la misma élite dirigente. Pero la diferencia entre pueblo y casta es todavía más confusa. Puede haber una oligarquía económica y política, una élite dirigente pero no está tan claramente definitiva, ni mucho menos. Especialmente la casta política. La clase media-alta y los precarios dificilmente se unirán por intereses propios, a menos que sea sobre los aspectos más devastadores del tardocapitalismo. Y volver al concepto roussoniano de la soberanía popular como voluntad general me parece muy peligroso. porque entre otras cosas a lo que dan alas estos discursos son a los movimientos nacionalistas. No creo que las pasiones deban entrar en la política. creo que hay que dejarlas para el ámbito privado y en el público debería dominar la racionalidad. Pero no la de los medios únicamente, claro, sino también la de los fines. para ello hay que deliberar y decidir lo mejor para todos. Y cuando hay conflictos de intereses también hay que negociar. Decidir lo mejor para la mayoría pero respetando los derechos de las minorías y sobre todo de los individuos.