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Rainer Maria Rilke |
El ruido es bueno. Tal vez sea esta una de las nociones más contraintuitivas que es necesario comprender respecto al cerebro. Casi siempre, el ruido se concibe como algo malo o perjudicial, en especial en los sistemas lineales ideados por el hombre, como las líneas telefónicas. No obstante, en los sistemas complejos no lineales como el cerebro, resulta que cierta cantidad de ruido es, en realidad, útil. En virtud de un fenómeno denominado “resonancia estocástica”, el ruido en el cerebro controla el inicio del orden. Si el ruido es demasiado escaso, las neuronas no pueden recoger las señales que envían otras neuronas; si el ruido es excesivo, las neuronas no pueden detectar las señales correctas. Con el volumen adecuado de ruido, el cerebro funciona normalmente. El ruido solo puede ser beneficioso en sistemas no lineales. Si se ingresa ruido como entrada en un sistema lineal, la única salida será más ruido; si se ingresa ruido en un sistema no lineal como el cerebro, puede obtenerse una sinfonía o una novela. (pàg. 19)
En 1912, Rilke pasó una temporada en el castillo italiano de Duíno, propiedad de una princesa checoslovaca. Antes de llegar a Duíno, había experimentado un período de crisis: seguía tratando de aprender a escuchar su inconsciente para lo que denominaba el siguiente “giro” de su vida.
Durante su estancia en el castillo, Rilke destinaba varias horas diarias a caminar cerca de los acantilados de 70 metros de altura, frente al mar embravecido. Varios años habían transcurrido sin que escribiera ningún poema significativo. Una mañana, recibió una carta comercial, irritante y tediosa. Molesto, decidió salir a caminar por el sendero de acceso al castillo, rodeado de dos almenas gigantes de concreto, cerca del escarpado barranco que caía al mar. Soplaba un fuerte viento del Adriático, denominado
bora en italiano.
Rilke oyó una voz que lo llamaba en medio del rugido del viento. Lo que esa voz le dijo se conviertió en uno de los versos más famosos del poeta:
¿Quién, si yo gritara, me escucharía entre las órdenes angélicas?
¿Oyó Rilke “hablar” al viento aquel día, en el castillo junto al mar? Sugiero que el mecanismo de “resonancia estocástica” ayudó a Rilke a ingresar a un estadio de conciencia agudizada.
El término “resonancia estocástica” describe todo fenómeno en el que la presencia de ruido, interno o externo, en un sistema no lineal lleva al sistema a responder mejo que si el ruido estuviera ausente. En sistemas dinámicos no lineales, como el cerebro, la presencia de ruido puede propiciar el comportamiento más ordenado del sistema. También puede amplificar señales internas o externas débiles de modo tal que nuestros órganos sensoriales e incluso nuestra conciencia los detecten. (…)
Cuando Rilke salió a caminar por el sendero del castillo aquella mañana en medio del rugido del viento, es probable que el ruido haya amplificado una señal débil proveniente de lo más profundo de la mente del poeta:
¿Quién, si yo gritara, me escucharía?
Rilke escribió este verso en un pequeño cuaderno de notas que siempre llevaba consigo. Regresó a su habitación y, al llegar la noche, había compuesto la primera elegía completa. Escribió con furia, tratando de capturar el torrente de palabras que ahora inundaban su conciencia. Era como si la represa que contenía su cerebro hubiera estallado en mil pedazos.
Casi siempre consideramos que el ruido es negativo: es una forma de interferencia, una molestia. Demasiado ruido, puede, con el tiempo provocar pérdida de la audición. (…)
Nate Silver, en su gran libro
The Signal and the Noise, dice acerca del ruido: “La señal es la verdad. El ruido es lo que nos distrae de la verdad”. Si bien la caracterización que ofrece Silver refleja la intuición que nos dicta el sentido común respecto del ruido, existen numerosas circunstancias en las que la adición de la cantidad adecuada de ruido intensifica, de hecho, la señal.
Dada la ubicuidad del ruido en el cerebro y el entorno, no debe sorprendernos que la evolución haya dotado a los sistemas biológicos de la capacidad de utilizar el ruido para encontrar la señal. De hecho, si nuestros cerebros carecieran de aleatoriedad no podrían funcionar.
Lo maravilloso de nuestros cerebros es que, a través de la evolución, desarrollaron la capacidad de encontrar las señales y la verdad sin que debamos realizar grandes esfuerzos. En rigor, al cerebro le sale mejor la tarea de buscar nuestra verdad cuando estamos ociosos.
En los últimos 30 años, la resonancia estocástica se ha convertido en una importante área de investigación dentro del campo del ruido. Esta es la revelación fundamental: en sistemas no lineales, la adición de cierto volumen óptimo de ruido incrementa la relación señal-ruido. En otras palabras, agregar ruido a una señal débil puede, en efecto, fortalecerla. (pàgs. 123-126)
…cuando tenemos una idea creativa, necesitamos contar con la capacidad de suspender nuestro generador de ideas para poder concentrarnos en dar forma física a esa idea. Y resulta que el ruido podría ayudarnos a permanecer en el rango cognitivo óptimo para ser creativos y contar con capacidad de concentración …(pàg. 139)El ruido que se origina dentro del sistema induce orden y mejora la función cerebral, a través del mismo mecanismo de la resonancia estocástica. Es probable que trabajar sin descanso y mantenerse ocupado siempre reduzca el ruido interno a un nivel subóptimo. (…)
El ocio podría ser un modo de incrementar el nivel de ruido interno del cerebro y habilitaría lo que se conoce como “resonancia de coherencia” en la red neural por defecto. (pàg. 143)
Volvamos ahora Rilke caminando por la almena del castillo aquel día ventoso, en el norte de Italia. Los años de paciente ocio vividos por el poeta permitieron que la actividad de su red neural por defecto se filtrara a la conciencia de tanto en tanto, de modo que esa conciencia estaba preparada para recibir mensajes. Esa mañana en particular, en el Duíno, el potente viento que soplaba desde el mar proporcionó la suma justa de ruido externo que el cerebro necesitaba para brindarle a Rilke la inspiración de una de sus grandes obras. Es probable que el poeta, sumamente creativo y original, haya necesitado más ruido externo para que su cerebro entrara en resonancia estocástica y obtuviera los beneficios que la acompañan.
En el inconsciente de Rilke, se había estado elaborando este poema, que podría considerarse una señal débil que, como ya vimos, sin ruido es imposible de detectar. Es probable que esa mañana, mientras el poeta caminaba en medio del viento tempestuoso, el mecanismo de sincronización neural intensificada por el ruido (…) haya hecho posible la sincronización de porciones decisivas del cerebro de Rilke.
Como resultado, puede haberse formado una red funcional transitoria que llevó a que esta maravillosa obra de la poesía se le presentara a Rilke. En presencia del viento, la señal débil del poema atravesó la red hasta llegar a la conciencia del poeta. La fuerza de la señal ha de haberse intensificado hasta superar el umbral crítico para que fuera posible su ingreso a la conciencia. A Rilke, la señal se le habría presentado como una voz que lo llamaba en medio del viento diciéndole:
¿Quién, si yo gritara, me escucharía entre las órdenes angélicas? (pàgs. 143-144)