|
El Roto |
El debate sobre el tema de la relación entre libertad e igualdad ha sido permanente en la filosofía política y en la teoría de la sociedad de la Modernidad.
Hayek,
Mises y otros consideran que estos conceptos son opuestos, y no pueden armonizarse, a diferencia de lo que afirman otros pensadores liberales, como
Robert Dahl.
Mises, cuyo planteamiento es análogo al de
Hayek, afirma la desigualdad entre los seres humanos: “Los humanos, en realidad, somos tremendamente disímiles. Incluso los hermanos se diferencian por sus atributos físicos y mentales. La naturaleza jamás se repite, nunca produce en serie. Cada uno de nosotros desde que nacemos, llevamos grabada la impronta de lo individual, de lo único, de lo singular” (1996, v. I, p. 44). Por su parte,
Hayek escribe: “La ilimitada variedad de la naturaleza humana, el amplio grado de diferencias en la potencialidad y capacidad de los individuos, es una de las más preciosas realidades que ofrece la especie humana” (1988, p. 123).
Hayek considera que la libertad es el valor central y solo está subordinada al progreso; en cambio, la igualdad es un valor secundario. Asevera que el ejercicio de la libertad, especialmente la económica, no puede sino generar (mayores) desigualdades. Si queremos la libertad, debemos aceptar la desigualdad, puesto que en una sociedad libre las desigualdades económicas y sociales son el resultado de diferencias naturales. Todo intento de aminorar las desigualdades desde el Estado, artificialmente, tiende a restringir la libertad individual.
Hayek reconoce la existencia de algo común en todos los seres humanos, pero en el sentido negativo de que no hay ningún ser humano o grupo que posea el pleno conocimiento de las potencialidades de una persona ni tampoco que pueda abarcar todo su conocimiento. Plantea que este, en importante medida, es “conocimiento personal”, cuyas características fueron descritas. Aunque sean muy grandes las diferencias entre los seres humanos, no son lo suficiente para que la mente de alguien pueda abarcar lo que otra persona es capaz de comprender. Estas aseveraciones indican que el principio de la limitación del conocimiento humano establece un límite a las diferencias entre los seres humanos. La postura racionalista que pretende distribuir de acuerdo a méritos, más allá de los automatismos del mercado, así como la de intentar planificar el proceso económico estarían basadas en un supuesto irreal, que existe la posibilidad de alcanzar conocimiento ilimitado.
La existencia de diversas formas de desigualdad, sostiene
Hayek, no implica que los individuos deban ser tratados en forma desigual. Todo lo contrario, en una “sociedad libre” o “extendida”, como también la llama, lo adecuado es que las instituciones traten a los seres humanos del mismo modo. Sin embargo, no piensa que esto sea una compensación a las desigualdades económica y social, que pudieran estar motivadas por algún deseo de justicia, sino porque es una necesidad funcional de la sociedad de mercado.
“Nada produce más daño a la pretensión de igualdad de tratamiento que basarla en una presunción tan obviamente falsa como lo es la igualdad de hecho de todos los hombres. Es esencial afirmar que se aspira a la igualdad de trato, no obstante el hecho cierto de que los hombres son diferentes” (
Hayek, 1988, p. 123). Esto implica el reconocimiento y la protección institucional de tres igualdades básicas, necesarias para el ejercicio de la competencia en el mercado: la igualdad ante la ley, la igualdad ante la justicia y la igualdad ante el mercado.
La igualdad ante la ley es uno de los principios centrales en la concepción hayekiana del Estado de derecho.
Hayekconsidera que esta forma de igualdad, y en general la igualdad ante las distintas normas, es plenamente compatible con la libertad individual: “Ha constituido un gran objetivo de la lucha por la libertad conseguir la implantación de la igualdad de todos los seres humanos ante la ley. La extensión del principio de igualdad a las reglas de conducta social y moral es la principal expresión de que comúnmente denominamos espíritu democrático” (1988, p. 122).
Esta forma de igualdad significa que la legislación no puede discriminar, positiva o negativamente, a ninguna persona o grupo de personas ya sea por su sexo, edad, religión, forma de pensar u otra condición. Asimismo, establece que ninguna persona o grupo debe recibir un tratamiento preferencial, cualquiera sea su género, situación laboral, edad, etc. La igualdad ante la justicia es una consecuencia de la anterior, y es necesaria para que pueda aplicarse el principio de la igualdad ante la ley. Como igualdad formal exige que todos sean tratados del mismo modo por el sistema judicial y los organismos auxiliares a este, excluyendo toda forma de discriminación negativa o positiva. La igualdad ante el mercado es mencionada, pero no analizada por
Hayek; se podría pensar que no es necesario hacerlo porque existe un tácito acuerdo que como compradores o vendedores todos son iguales, y las diferencias individuales son irrelevantes en este campo.
Hayek cuestiona a los que quieren instaurar la igualdad, o al menos disminuirlas desigualdades sociales y económicas, porque eso implicaría imponer un modelo de distribución económica. “La pretensión de igualdad es el credo profesado por aquellos que quieren imponer sobre la sociedad un preconcebido patrón de distribución deliberadamente escogido, sea en orden a la igualdad o la desigualdad” (
Hayek, 1988, p. 124). Considera que la distribución de la renta nacional que se produce en un mercado libre no puede ni debe ser modificada porque eso alteraría el funcionamiento del mercado y perjudicaría a todos, incluso a aquellos que se busca favorecer mediante medidas redistributivas. Los partidarios de disminuir la desigualdad, basados en una idea fantasiosa del mérito individual, realmente están buscando modificar la distribución que se produce espontáneamente en el mercado (1988, pp. 124-125).
Consiguientemente,
Hayek ha desarrollado, a través de toda su obra, una crítica económica, ética y política a la legislación redistributiva de los Estados contemporáneos, a los que denomina “intervencionistas”, y a su fundamento ético y político que es la concepción de “la justicia social”.
Finalmente, se expondrá otro aspecto del pensamiento hayekiano sobre la libertad, su relación con el mercado. Esto no significa que este tema sea de menor importancia que los precedentes; a partir del orden de exposición seguido se ha buscado destacar la complejidad de la reflexión de
Hayek sobre la libertad, la cual excede ampliamente una visión económica estricta. De este modo, el lector puede hacerse una idea clara sobre cómo concebía la relación entre la libertad y el mercado, que se basa y concuerda con su concepción del hombre y la sociedad. Este tratamiento explicita la diferencia del pensamiento de
Hayeksobre la libertad con el de
Friedman, que la identifica con la libertad económica (1966).
En su concepción de la historia,
Hayekatribuye gran importancia al lento y progresivo cambio civilizatorio que condujo hasta la “gran sociedad” o “sociedad extendida”. Según se ha expuesto, lo que caracteriza a las sociedades tribales es que en ellas no hay espacio para las iniciativas individuales y toda la conducta debe regirse estrictamente por las normas comunitarias del grupo. Para
Hayek, los hombres no nacen libres, sino que fueron, progresivamente, haciéndose libres (1966).
Lo anterior significa un cambio profundo: el reemplazo de la obediencia a un jefe por la disciplina civilizatoria; es decir, la adecuación a un orden de nuevas tradiciones individualistas y abstractas. En la nueva situación la conducta de cada uno no está regida o subordinada a fines grupales, sino que cada persona puede decidir sus propios fines y cómo realizarlos de modo más eficiente (1966).
Este análisis muestra que, en opinión de
Hayek, la libertad en Occidente surge en el desarrollo histórico de la humanidad y con la evolución del mercado. Por ello, se puede decir que la libertad económica es una dimensión indispensable de la libertad individual. Consiste en la capacidad de elegir si se desea realizar o no una actividad económica y cuál sería esta, como empleado o independiente; qué productos se quieren comprar, en qué cantidad y a qué precio; en la facultad de gastar o ahorrar; en el libre ejercicio del derecho de propiedad; etc. Según
Hayek, actualmente la mayor amenaza para el ejercicio de la libertad económica y del mercado libre proviene “de las propias instituciones prevalentes en el mundo occidental; existe un conflicto irreconciliable entre democracia y capitalismo, no de la democracia en cuanto tal, sino las particulares formas de organización democrática que hoy se consideran como las únicas formas posibles, que originan una expansión progresiva del control del gobierno sobre la vida económica, aun cuando la mayoría de la gente desea conservar una economía de mercado.” (2007c, pp. 141-142)
Su análisis coincide con el de
Mises, quien en 1944, el mismo año en que se publicó
Camino de servidumbre, editó su libro
Burocracia, en el cual sostiene que se ha creado una nueva y anómala forma de gobierno. Esta no respeta la libertad individual debido a que los principales funcionarios del Estado se arrogan, ilegítimamente, la capacidad de planificar e intervenir la vida económica.
A través de sus obras,
Hayek ha analizado las formas en que los Estados limitan la libertad económica. Las más importantes serían: (a) la fijación de precios fijos o máximos para ciertos productos, interfiriendo la ley de determinación del precio por el juego de la oferta y la demanda; (b) el establecimiento de salarios mínimos (por hora o mensuales) que distorsionan el mercado laboral y el conjunto de los mercados interconectados; (c) la legislación que dificulta o encarece el funcionamiento del mercado laboral a través de restricciones a la libertad de contratar y despedir; (d) los impuestos progresivos generales (de ingreso, ganancia, de herencia y otros) que, a juicio de
Hayek, constituyen una forma de expropiación a una minoría; (e) los impuestos a las importaciones y las exportaciones que constituyen una exacción injustificada a los exportadores y los consumidores.
Nuestro autor piensa que en un mercado libre las decisiones económicas individuales no solo son una parte indispensable de la libertad individual, sino que sus efectos serán beneficiosos para todos, puesto que maximizarán el uso de los factores del mercado, ya que existe una tendencia al equilibrio entre dichos factores.
Hayek no está de acuerdo con
Adam Smith, quien pensaba que la mano invisible de la Divina Providencia de Dios aseguraba el orden del mercado y la prosperidad de todos, pues se declara agnóstico (
Hayek, 1990), y, por ello, cree que existe, en la misma dinámica del mercado, una tendencia impersonal al equilibrio de los factores.
Desde su perspectiva, la libertad económica permite una adecuada rentabilidad de las inversiones, las cuales se transformarán en nuevas inversiones, en creación o ampliación de empresas, lo que producirá una mayor demanda laboral, y eso aumentaría el valor de los salarios. Por lo anterior, afirma que la actividad de los sindicatos de presionar para aumentar el nivel de salarios a corto plazo altera o limita las posibilidades del crecimiento económico. Consiguientemente, critica a los Estados que permiten la formación de grandes sindicatos con gran capacidad de presión.
Jorge Vergara Estevez,
Mercado y sociedad. La utopía política de Friedrich Hayek, Corporación Universitaria Minuto de Dios, Bogotá 2015, pp. 119-125
Bibliografia:
1988, Los fundamentos de la libertad, Unión Editorial
1996, Sobre liberalismo, Folio
1966, Derecho y ley. Recuperado el 7 noviembre de 2014 de
[www.elcato.org] 1990, La fatal arrogancia, Centro de Estudios Públicos
2007c, La pretensión del conocimiento, Unión Editorial,