Me advirtieron hace unos días de La Isla de Siltolá que me enviaban por correo dos copias del contrato de Aforismos que nunca contaré a mis hijos. Debía firmarlas y reenviar una a la editorial. El tiempo pasaba y no llegaba nada, pero yo soy un hombre paciente (especialmente cuando no puedo ser otra cosa). Hoy me han traído un paquete con varios ejemplares del libro, pero sin el contrato.
Hoy en Ocata ha llovido. Bastante. Parece éste el primer día del invierno. El otoño, al fin y al cabo, es una estación esquizoide que a veces va de verano rezagado y otras de invierno adelantado. Hoy iba de esto último. Hace poco, a las 21:00 me ha llamado por teléfono el doctor Piferrer para decirme que tenía en las manos un contrato de la Isla de Siltolá. Una paciente se lo había encontrado en la calle y se lo ha llevado a la consulta. En realidad es una copia de las dos que tenían que haberme llegado y está firmada por el editor. La otra copia ha desaparecido. ¿Qué demonios ha podido pasar para que una carta que me llega desde Sevilla por correo se pierda, alguien la abra y una parte de su contenido aparezca por la calle un día de lluvia? No tengo ni idea. Pero así son las cosas.
Por cierto, el doctor Piferrer es el padre de mi nieto Gabriel.