Llevo tiempo advirtiendo que el futuro de la inteligencia emocional es la incontinencia emocional, especialmente en su versión cursi.
En Madrid me preguntaron hace poco qué hay que hacer cuando se tiene un problema. "La primera alternativa es callárselo", contesté. "¿Por qué?", me preguntó perplejo el buen hombre que me entrevistaba. "Porque no está bien contribuir a la contaminación del medio ambiente", le respondí.
Me parece que una inteligencia emocional que no incluya el sentido del pudor, de la discreción y, sobre todo, de la vergüenza (de la propia y de la ajena) es una inteligencia emocionalmente infantil.
Y para demostrar que esto de la innovación educativa se está convirtiendo en algo muy parecido a una secta, aquí tienen esta joya:
¿Se acuerdan aquellos tiempos en que los profesores de matemáticas hacían cursillos de didáctica de las matemáticas y en la Escola d'Estiu de Rosa Sensat corríamos por asistir al cursillo de subordinadas sustantivas que comenzaba a las 9 de la mañana?
Respecto a lo que se entiende por "educar desde el espíritu científico", vean
ESTO.