Reseña
El ocaso de la mirada burguesa. De Goethe a Beckett Jacobo Muñoz Madrid : Biblioteca Nueva, 2015
Escrito por Luis Roca Jusmet
Lo de
un ensayo interesante puede, y de hecho lo es, una expresión poco original. Pero es que realmente me parece que la palabra
ensayo describe de una manera muy precisa lo que es este escrito. Y si tuviera que ponerle una adjetivo sería este, el de
interesante. Es un ensayo en la medida que lo que elabora el autor es un recorrido muy personal en torno a un tema tan amplio como el que nos dice el título. Y es realmente interesante, porque, más allá de su carácter algo desigual y siempre discutible, nos da que pensar. El autor del libro no es nuevo en esta plaza, ni mucho menos. Es nada menos que Jacobo Muñoz, filósofo de larga trayectoria y reconocida importancia en la historia de la filosofía de nuestro país. Pero situar al personaje voy a recurrir a la magnífica lectura sociológica que hace, de la filosofía española entre 1963 y 1990, otro gran filósofo español contemporáneo, Francisco Vázquez García. Lo sitúa, en primer lugar, dentro del grupo de l
os pretendientes, es decir los que se constituyen como alternativa a los que llama
los herederos, que son los que intentaban renovar la filosofía oficial. Dentro del grupo de
los herederos Vázquez García lo sitúa dentro de lo que llama "el estilo Sacristán", es decir de los discípulos del filósofo marxista ( pero muy influido también por la filosofía analítica ) Manuel Sacristán. Jacobo Muñoz nace en 1942 en Valencia y tiene, aparte de la de Sacristán, la influencia de Emilio Lledó. Pero Jacobo Muñoz será, (como nos explica Vázquez García) a finales de los 70 y principios de los 80, uno de los “filósofos jóvenes” más reconocidos, uno de los traductores más rigurosos ( sobre todo de textos marxistas) y un importante editorialista. Posteriormente Jacobo Muñoz se consolidará académicamente en 1979 como profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid y luego, en 1983, la cátedra ( del que es hoy emérito). Aunque no he leído ninguno de sus libros, he oído de ellos ( y por gente que me merece mucha confianza)muchos elogios , sobre todo del último,
Filosofía y resistencia. La cuestión es que animo a leerlo precisamente con el libro que me ocupa, que seguramente es bastante atípico en su producción filo´sofica. Este filósofo, tan vinculado a la tradición marxista, parece abrirse al no tan discreto encanto de la burguesía. Es decir, que Jacobo Muñoz quiere recoger lo que hay de creativo en esta mirada, como dice el título, burguesa originaria. Quizás muchos hemos pasado por algo parecido, sobre todo leyendo obras como la apasionante
El mundo de ayer, de Stefan Zweig. Intuimos que algo valioso en esta cultura burguesa que se derrumba a mediados del siglo XX. Era esta
distinción, de la que nos habló Pierre Bordieu, que va configurando la burguesía para valorarse frente a la nobleza y para marcar su distancia con el vulgo, con lo plebeyo. El itinerario que elige Jacobo Muñoz, que se inicia con Goethe y acaba con Beckett, es uno de los muchos posibles, evidentemente, pero hay que reconocer que es muy sugerente. Es convencional, pero no arbitrario, ya que el autor tiene en cuenta elementos y procesos que son claramente representativos. Goethe es un ejemplo admirable de la encarnación de este
Ideal de plenitud a principios del siglo XIX. Un Ideal que aquellos momentos estaba todavía intacto, admirado por el mismo Zweig como generada por la
fuerza centrípeta de un sujeto que sabia utilizar sus energías creadoras para construirse a sí mismo, de una manera equilibrada. El gran filósofo contemporáneo Pierre Hadot lo toma también como referencia de sabiduría, en su extraordinario testamento vital y filosófico
No te olvides de vivir. Interesante también el análisis de Jacobo Muñoz de la recepción de Goethe por parte de Ortega y Gasset, por cierto.
El segundo momento, muy bien reflejado por Muñoz, es
la deriva que se inicia con la nostalgia de Hölderlin y la vivencia del
dolor de existir por parte de Leopardi. Proceso que acabará con el testimonio de la decadencia de Thomas Mann y las experimentaciones posteriores de Robert Musil y de André Gide. Su conclusión, es lo que llama
la ontología y la estética de la destrucción, que va de Kaffka a Beckett y sobre la que reflexionaron tan acertadamente Adorno y Benjamín. Me he dejado el capítulo dedicado a Nietzsche, entre Leopardi y Thomas Mann, porque es el que me resulta más discutible en su forma y en su fondo. En su forma porque me parece demasiado largo y también porque le falta el estilo personal que le da el autor a las otras partes del libro. A pesar de que Jacobo Muñoz tiene una gran capacidad y sintética y un estilo claro y brillante no deja de ser una especie de exposición de manual de Nietzsche. En el fondo porque no me parece que la manera que inserta el filósofo español a Nietzsche dentro de este proceso sea la más adecuada. Me parece que Nietzsche puede situarse en el proceso como anunciador del nihilismo, esto es cierto. Pero el papel de Nietzsche no deja de ser el intentar dar un salto adelante en este proceso. Nietzsche , por ejemplo, mantiene una relación ambivalente con Goethe. Si por un lado lo admira detesta precisamente su lado burgués. El ideal de Nietzsche es el de un vitalismo trágico que es diferente del de Goethe y que no tiene nada que ver con la deriva de Holderlin y de Leopardi. Como dice Cioran hay en Nietzsche algo de sueño adolescente, ingenuo en su propuesta del superhombre. Yo, por cierto, preferiría la traducción de
superhombre que la de
ultrahombre porque mantiene más la idea de superación, de ir más allá. Igualmente considero que hay que pasar críticamente por su propuesta de la Gran Política. Curiosamente cita la posición conservadora de Goethe y la reaccionaria de Schopenhauer pero pasa de puntillas por las consecuencias políticas de la propuesta de Nietzsche.
Estamos, por tanto, ante un ensayo, en el sentido más noble del término, muy bien escrito y con múltiples sugerencias, del que se puede hacer una lectura tan ligera como profundo, valga la paradoja. Libro que para mí es algo desigual, ya que los capítulos dedicados a Musil y o la ontología y estética de la destrucción me parecen muy conseguidos, y el de Nietzsche menos. Pero ¿ qué menos se puede esperar de un buen ensayo de que provoque alguna crítica ?.