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En conclusión, está claro que Hobbes necesitaba urgentemente un abrazo. Se ve que nadie se lo dio y poco después escribiría Leviatán, donde desarrolló con gran brillantez tales ideas, que para entenderlas hay que comprender dos aspectos fundamentales de su contexto. Nació en Inglaterra, aunque su trabajo como tutor de la realeza le permitió viajar por Europa durante la primera mitad del siglo XVII, donde entró en contacto las ideas novedosas en torno a la física del movimiento que estaban circulando de autores como Galileo, Descartes, Kepler y Mersenne. La aportación de nuestro autor fue adaptarlas a las ciencias sociales. Veía a los seres humanos como bolas de billar que chocan unas contra otras modificando su trayectoria, rebotando, deteniéndose o saliendo disparadas; podría decirse que era newtoniano aunque Newton por entonces aún solo fuera un niño. Una medida del mecanicismo que le inspiraba la encontramos en la introducción de su obra más conocida, cuando se preguntaba: «¿Qué es el corazón sino un muelle? ¿Qué son los nervios sino cuerdas? ¿Qué son las articulaciones sino ruedas que dan movimiento a todo el cuerpo?». Una persona es una máquina y la sociedad en su conjunto un mecanismo a mayor escala que puede comprenderse, diseñarse… y romperse, devolviéndonos al estado de naturaleza inicial.Si acontece que una vez reunidos los hombres pasan el rato contando historias, y uno de ellos empieza a contar una que se refiere a sí mismo, al instante todos los demás quieren también, de una manera avariciosa, hablar de ellos mismos. Si uno relata un hecho prodigioso, los demás te hablarán de milagros, si han tenido experiencia de ellos; y si no, se los inventarán. Por último, diré algo de quienes pretenden ser más sabios que otros. Si se reúnen a hablar de filosofía, fijaos en cuántos hombres quieren ser tenidos por maestros; y si no lo son, no solo no aman a sus compañeros filósofos, sino que hasta llegan a perseguirlos con odio.
Retrato de Hobbes, por John Michael Wright. (DP) |
La tercera, decíamos, era la gloria, y proviene de la estima que se tiene por uno mismo y que en consecuencia se exige de los demás hacia uno: «pues no aprobar lo que otro hombre dice implica estar acusándole tácitamente de estar equivocado en el asunto de que habla. Y si son muchas las cosas en las que disentimos de otro, ello equivale a estar diciéndole que le tenemos por estúpido. Partiendo de esto quizá pueda explicarse que no haya guerras más encarnizadas que las que se dan entre sectas de la misma religión». Suena pesimista, pero la historia parece darle la razón una y otra vez…Sería indigno de la confianza que se ha puesto en mí si no hiciera cuanto esté en mis manos por poner a nuestra amada Libertonia en paz con el mundo. Será para mí un placer hablar con el embajador Trentino y ofrecerle mi mano en nombre de la patria y en prenda de buena voluntad. Estoy convencido de que él aceptará este gesto con el espíritu que lo impulsa… ¿Pero y si no lo acepta? No faltaba más que eso, que yo le tendiera la mano y él se negara a aceptarla. ¡Iba a quedar bien mi prestigio! ¡Yo, el jefe de un país, humillado por un embajador extranjero! ¿Pero quién se ha creído que es ese mequetrefe para venir aquí a humillarme delante de mi pueblo? ¡Qué deshonor, yo le tiendo mi mano con la mayor cordialidad y esa hiena se niega a aceptarla, ¡ese hombre es una víbora ponzoñosa! ¡Pero yo le daré su merecido! (aparece en escena el embajador) ¡Vaya! ¿Con que se niega a aceptar mi mano, eh? (le arrea una bofetada preventiva y entonces, efectivamente, tiene lugar la guerra).
Y la segunda se deriva de ella, y dice esto:Cada hombre debe procurar la paz hasta donde tenga esperanza de lograrla; y cuando no puede conseguirla, entonces puede buscar y usar todas las ventajas y ayudas de la guerra.
Aquí está la clave de bóveda de su pensamiento y de la que se sigue con lógica impecable todo lo que expondrá a continuación. Por propio interés uno renuncia a parte de sus derechos y a parte de su libertad con el fin de comprometer a otro, y ello tiene un nombre: contrato. Sus teorías sobre los contratos son extensas, acordes a los usos de la naciente burguesía comercial de su tiempo y no las abordaremos aquí, dado que al fin y al cabo hoy en día forman parte del ordenamiento jurídico que rige nuestras vidas. Los contratos implican someterse al arbitraje de un tercero dado que «ningún hombre debe ser juez o árbitro de su propia causa» y ante ese juez «ningún hombre estará obligado a acusarse a sí mismo». Una idea por entonces muy novedosa, más adelante aplicada en la legislación de un nuevo país que se llamaría Estados Unidos y que hoy en día nos resulta muy familiar por las películas de juicios bajo la fórmula mil veces oída de «señoría, me acojo a la Quinta Enmienda». Si además este árbitro tiene un poder coactivo, si se delega en él el uso de la violencia, entonces las partes ya no se agredirán entre sí por miedo a este ente, al que llama inspirándose en el terrorífico monstruo marino descrito en el Antiguo Testamento, Leviatán, y que nosotros llamamos hoy día por su nombre de pila, Estado. Un Estado del que, en consecuencia de lo anterior, Hobbes deduce que sus leyes deberán ser públicas e irretroactivas. Con el fin de que sea más estable también señala —y en esto pone especial énfasis— que en él la distribución de derechos y deberes sea igualitaria entre sus habitantes (con ciertos cargos, por ejemplo, distribuyéndose de forma rotatoria o por sorteo), de esa manera todas las partes estarán más interesadas en mantener ese orden.Un hombre debe estar deseoso, cuando los otros lo están también, y a fin de conseguir la paz y la defensa personal hasta donde le parezca necesario, de no hacer uso de su derecho a todo, y de contentarse con tanta libertad en su relación con los otros hombres como la que él permitiría a los otros en su trato con él.
La belleza está constituida por una parte relativa, dependiendo de la sociedad y la época en la que se sitúa, y otra inamovible, fijada por la esencia que posee.
“La belleza se compone de un elemento eterno, invariable de cantidad sea extremadamente difícil de determinar, y de un relativo que puede estar relacionado con un período, un estilo, pasión. – Jean-Luc Godard”
La belleza es un factor crucial en la sociedad, y puede llegar a crear un sentimiento de inferioridad que afecta directamente el estilo de vida propio y la perspectiva visual hacia el resto de personas.
Los valores relativos que posee varían según los intereses sociales de la época, y los intereses individuales, cada persona tiene una personalidad distinta que afecta a su capacidad de percepción de la belleza.
Los valores fijos vienen dados por la naturaleza del objeto, principalmente se valora la simetría, en caso de ser proporcional y simétrico denominamos que es más bello, puesto que se relaciona la belleza con la perfección.
Otro criterio fundamental es el sentimiento que nos transmite, si sentimos placer designamos que es bello, si genera descontento y una percepción negativa, consideramos que es opuesto a la belleza, consideramos que es feo y antiestético.
“La belleza es un éxtasis, es tan simple como el hambre. Realmente no hay nada que decir al respecto. Es como el perfume de una rosa: se puede oler y eso es todo. – W. Somerset Maugham”
Debo recalcar que los valores mencionados anteriormente son utilizados para evaluar la belleza de forma superficial, no obstante, existen otros tipos de belleza tales como la belleza espiritual, la cual se basa en el alma y lo que se puede ver a través de la mirada o la belleza funcional, en la que dependiendo de su utilidad se considera bello o no.
Por lo tanto, la belleza posee criterios fijos que la determinan, no en su totalidad sino de forma parcial.
Los cánones de belleza han ido variando con el paso del tiempo. En la Prehistoria una mujer rellenita con grandes atributos sexuales era el ideal canónico de la época, en la etapa del Barroco, también predominaba un modelo femenino más voluminoso que el de la actualidad.
Es a partir del siglo XX –en los años 20 aproximadamente- cuando encontramos grandes cambios en la estética femenina: Coco Channel obtiene una gran influencia en la moda, y cuando dice que una mujer debe de ser morena y delgada, todas le hacen caso. Por otro lado, con el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, la sociedad femenina vuelve a sufrir cambios en su aspecto físico y vuelve a cambiar la moda y a incorporarse nuevas prendas de ropa.
Encontramos cambios ‘evolutivos’ semejantes al largo de la existencia de la Tierra, pero, ¿qué es bello y qué no lo es? ¿Hay normas que nos aclaren esta cuestión? ¿Por qué nos reímos de otras personas cuando no las consideramos atractivas?
En primer lugar, pienso que la belleza es un concepto completamente subjetivo. Dos personas pueden estar mirando a una tercera o a un objeto, y tener dos opiniones completamente contrarias. Esto, en mi opinión, sucede porque la belleza va ligada a nuestros sentimientos. Me basaré en el siguiente ejemplo: observas a alguien por la calle que no conoces absolutamente de nada. Esta persona, no te atrae lo más mínimo. Sin embargo, llega un día en el que por casualidad, es amigo/a de tu mejor amigo y te lo/a presenta. Habláis un rato, y resulta que es una persona estupenda. Poco a poco, a medida que conoces a la persona, te va pareciendo más atractiva. Incluso, empiezas a sentir por ella sentimientos que van más allá de una amistad. Entonces, te parece la persona más atractiva del mundo. ¿Por qué? La respuesta la he dado al principio de este párrafo: porque a medida que nuestro cariño por alguien crece, su físico nos deja de parecer desagradable. Obviamente no siempre es así, e incluso se puede dar el caso contrario: alguien a simple vista te puede parecer muy atractivo pero a raíz de conocerlo, dejar de parecerte guapo/a.
También pienso que no hay normas que regulen este concepto. Es algo muy personal que no debería de ser motivo de burla. A mí me parece todo lo contrario: es divertido –en el buen sentido de la palabra- y curioso como los sentimientos pueden interferir y hacer cambiar radicalmente la visión que tenemos de una persona. Vivimos en un país –supuestamente– libre, por lo tanto, la libertad de expresión debería de ser respetada. Pero profundizando un poco en el asunto, nos encontramos con una situación alarmante: las tecnologías nos absorben y la publicidad nos engaña. Yo no me creo que una mujer aparentemente adulta – pero que en realidad no lo es – anuncie cremas anti celulíticas para las mujeres. Las modelos patrocinan productos simulando una rutina muy conseguida: despertarse peinadas, comer un buen desayuno, salir a correr, ir al trabajo… Pero todo eso, es mentira. Todas esas mujeres están atrapadas en la dictadura de la moda y siguen una dieta muy estricta. Lo preocupante de la situación, es que todas las jóvenes y no tan jóvenes darían lo que fuera por conseguir ser como ellas.
Pero hace tiempo que llegué a la conclusión – después de una larga lucha interna por no caer en las redes de la moda – de que ser diferente no es nada malo. No me creo que a todos nos gusten las mismas cosas. Lo que pasa es que el ser humano es muy manipulable, y los grandes empresarios lo saben y juegan con eso en sus anuncios para que vayamos corriendo a las tiendas a comprar sus productos.
Lo importante es ser siempre uno mismo pese a quien le pese, respetar a los demás y jamás creerse superior o inferior por nuestros gustos. Por lo tanto, pienso que la belleza es subjetiva y no reside en las personas o objetos, se encuentra en los ojos que observan.
A lo largo de la historia hemos ido agrupándonos siempre en sociedades, no sabemos vivir sin ellas, al fin y al cabo somos seres sociales. Para garantizar el orden y la seguridad dentro de ellas mismas, se han redactado una serie de premisas que se tiene que cumplir, es decir, las leyes, donde quedan recogidos todos los derechos y los deberes que deben cumplir los integrantes de las comunidades humanas. La libertad se ve afectada ya de entrada, puesto que nuestros derechos no deber nunca perjudicar a los derechos de los demás, por no decir que nuestros deberes se tienen que cumplir. Entonces ya no tenemos esta facultad para poder obrar o no de una manera o de otra en su totalidad.
¿Renunciaremos del todo a esta facultad natural y humana por sentirnos seguros dentro de una población controlada y vigilada por el estado?
Como bien decían David Hume o Cicerón, “El hombre es el mayor enemigo del hombre”, “El hombre no tiene peor enemigo que él mismo”, respectivamente; nos hace reflexionar hasta qué punto somos capaces de ocasionar perjuicio alguno a los demás para conseguir, establecer o imponer nuestras reglas y favoreciendo nuestros intereses.
Está claro que en las últimas décadas el mundo se ha visto perjudicado, por el hombre precisamente. Ha habido y hay una serie de agrupaciones armadas con la intención de imponer sus ideas o creencias de forma radical, cruel y sanguinaria. Originan atentados donde civiles de a píe sufren más que nadie las consecuencias que se cobran con sus propias muertes. Estos mismos tienen el propósito de desestabilizar los estados implantando el miedo y haciendo que la sangre corra.
La ciencia y la tecnología nos hacen progresar en todos los ámbitos: creamos maquinas mucho más capaces que nosotros mismos en ocasiones, sabemos cómo hacer frente a las enfermedades que años atrás eran letales e incluso podemos volar en un avión. Este avance tienes las dos caras de una misma moneda. Ya que a nivel armamentístico no nos hemos conformado con aquellas pistolas antiquísimas que había que introducir pólvora y una nueva bala después de cada detonación. Hemos creado tanques, metralletas y hasta una bomba atómica.
Uno de los peores atentados cometidos por el hombre contra el hombre, fue sin duda el 11 de septiembre de 2001. El mundo entero se estremeció ante la noticia de la colisión de dos aviones contra las Torres Gemelas y otra posterior al Pentágono. Se cobraron cerca de 3000 bajas civiles. A partir de este desgraciado acontecimiento la seguridad aumento muchísimo en Estados Unidos. Cedieron su libertad a cambio de una seguridad y protección que les eran proporcionadas por el estado. Se instalaron cámaras en las calles, en cada esquina, todo debía estar controlado, nada se podía escapar su alcance.
Ante la actual amenaza del autodenominado estado islámico sobre los países europeos donde ya ha habido varios atentados, que a día de hoy se sabe que ha habido problemas con la seguridad en uno de esos países. Estaría de acuerdo a ceder libertad por una seguridad garantizada y que las fuerzas del estado donde vivo desarmen las células activas que puedan estar planeando atentados.