"En
el tercer capítulo de Diferencia y repetición, al hilo de un
fragmento de la República de Platón, Deleuze distingue dos tipos de
cosas: las que dejan al pensamiento tranquilo y las que fuerzan a
pensar. Las primeras son el objeto de un reconocimiento, el
reconocimiento que apacigua la momentánea inquietud ante lo que a
primera vista o en la distancia tal vez pareciera desconocido,
extraño -la tranquilidad adviene, por ejemplo, cuando Sócrates
reconoce a quien se acerca y profiere: “Buenos días, Teeteto”-.
Las segundas, sin embargo, no se dejan reconocer, pues no encajan en
el molde de lo que se sabe o se cree saber. Y lejos de inducir
sosiego alguno, violentan al pensamiento y lo ponen en marcha al
confrontarlo con algo ignoto que, por ser tal, desquicia el proceder
habitual de nuestras facultades. Ya no se trata del objeto de un
reconocimiento, de una maniobra calculada y prevista, sino de lo que
Deleuze llama un encuentro. Este nombre, “encuentro”, encierra
una multiplicidad de matices: uno se encuentra en presencia de algo
sin haberlo buscado, bajo el signo de la coincidencia, pero también
bajo la presión de un choque que ejerce una cierta violencia por
contravenir lo que en principio se esperaba y porque no se dispone de
medios para hacerle frente; por otra parte, un encuentro es también
un contacto que desemboca en una unión y puede dar lugar a una
creación".
Salvar lo infinito. La filosofía de Gilles Deleuze. Emma Ingala Gómez.
Me pregunto que tipo de cosa será el hecho de vivir: ¿algo que deja al pensamiento tranquilo o algo que fuerza a pensar? Lo hablaré con mis alumnos al comienzo del curso.