El viernes pasado me fui a Madrid, a recoger un premio emocionante que me obliga a haberlo merecido, el Premio MEP, de la Asociación Mejora tu Escuela Pública.
Fue un acto emotivo e inolvidable, de esos que te permiten constatar -siempre con sorpresa- que el autor de tu biografía a veces tiene sus momentos creativos. A partir de este momento todo se tornó un poco surrealista. Por ejemplo, en la Plaza de Santa Ana un joven americano nos preguntó si le podríamos decir exactamente en qué ciudad europea se encontraba y en el restaurante al que fuimos a comer, la carta estaba adornada con gestos líricos: Fíjense en la traducción de la lubina al horno, del gallo frito y sobre todo del emperador a la plancha y el bonito a la riojana.
Conocí a un matemático puntero que trabaja para la armada norteamericana y descubrí -por el correo electrónico- que alguien guarda en México la correspondencia de Victor Serge y la quiere vender. Me compré el
Defensio Fidei de Suárez y el
De Regnorum Iustitia de Juan Roa Dávila y leí que durante años a la doctrina que defendía la soberanía popular frente al absolutismo monárquico, se la conoció en Europa como "doctrina española". Le rendí una visita a Goya, enterrado en San Antonio de la Florida, y a Sorolla, en su casa, que me tocaba cerca del hotel.
Y así llegamos a esta mañana:
A la salida, me he encontrado con un mail de Tania Díaz Castro, que me dice desde Cuba: "Querido Gregorio, leí en tu blog que hay personas que te envían comentarios contra lo que te mando. Por favor, si eso no te conviene, dímelo y no te mando más nada. Lo hice simplemente para colaborar contigo, pero en realidad, estoy pensando que eso no seria bueno para ti. Un saludo grande". Por supuesto le he contestado, inmediatamente, lo que le tenía que contestar.
En casa me esperaba un sobre, con este libro y la dedicatoria que muestro.
Mañana dedicaré el día, íntegramente, a hacer lo menos posible.