Demonizar las drogas no sirve de nada. Los chicos saben, por experiencia (propia o ajena), o por simple lógica, que si la droga mueve tantas cosas (dinero, voluntades, artistas de moda), preocupa y escandaliza tanto y está tan prohibida, no puede ser que sea tan mala (si fuera tan mala nadie la querría y no habría que prohibirla con tanto ahínco). La primera regla de oro para educar a un adolescente es no tratarle como a un idiota. Las drogas, cabe llamar “recreativas”, tienen – como todas – contraindicaciones y peligrosos efectos secundarios (incluyendo los legales), pero también tienen efectos deseables para la gente que las consume. Con mil y un matices (hay gente que sabe de esto muchísimo), parece claro que todas ellas procuran estados psicológicos que podrían ser calificados, en sí mismos, de positivos (relajación, euforia, alegría, desinhibición y, a veces, una especie de abandono o de “liberadora” pérdida de conciencia). Así pues, si queremos que los jóvenes no incurran en “malos” hábitos tenemos que empezar por explicarles por qué son tan malas cosas que les parecen tan buenas a tanta gente...
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