Justificar la censura del cuerpo o la ropa de alguien «porque provocan emociones y acciones que no podemos controlar» equivale a eximirnos de nuestra condición humana y concebirnos como un autómata. Es, además, el mismo argumento que emplean los defensores del «burka». O –en otro orden de cosas, pero que siempre viene muy al pelo– los enemigos de la libertad de expresión: «como eso que dices, o de lo que te ríes, vulnera mis sentimientos o mis creencias, te callas»... De esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer
el artículo completo pulsar aquí