A estas alturas de mi vida no sé muy bien qué opinión tengo sobre el valor de la filosofía. Me hace dudar el hecho de que haya tantas personas alabándola y dando por supuesto que "el poder" la está eliminando de las aulas para evitarse tener que lidiar con ciudadanos críticos. No sé... no sé... Siguiendo los discursos de algunos filósofos, dudo que la crítica por sí misma sea un valor. Más bien , especialmente entre los filósofos, suele funcionar como un blindaje: "Miren si tengo pensamiento crítico que voy a decir una barbaridad y me voy a quedar tan a gusto." Sartre decía que el intelectual es un tipo que tiene por oficio meterse donde no le llaman. Me parece una opinión más narcisista que sensata. En realidad leemos a pocos filósofos. Leemos especialmente a aquellos que nos ayudan a dar forma a nuestras intuiciones es, decir, que van dos pasos (por lo menos) delante de nosotros, pero que caminan en la misma dirección. Y los leemos... porque no tenemos otro remedio. Porque estamos infectados del virus de la lectura. Los leemos, además, porque nos cuesta pensar por nosotros mismos y necesitamos su ayuda. No hay nada más difícil que pensar... que pensar bien, claro. El efecto más claro de la filosofía es la miopía. Estos días varios periodistas me han preguntado sobre la importancia de la filosofía para ser un buen padre. Me parece una pregunta estúpida. Para ser un buen padre no hace ninguna falta la filosofía. De hecho, creo que no hace falta más que para ser un buen filósofo... y, como acabo de decir, no sé muy bien cuál es la importancia del filósofo. Sí sospecho que hoy sólo es un filósofo de fiar el que tiene muchas cosas que callar.