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¿Qué importa más: el rendimiento académico o el desarrollo personal de los estudiantes? Estamos tan preocupados por el futuro y vamos tan deprisa que parecemos olvidar a la persona que vive detrás de cada alumno y la necesidad de acompañarlo en procesos de aprendizaje vitales.
Más que acumular datos, los jóvenes precisan desarrollar un saber y un saber hacer que no puede estar desvinculado del saber ser y el saber convivir, que se adquieren a través del desarrollo de habilidades para la vida. ¿Cómo se aprenden las habilidades para la vida? Desde la práctica, la reflexión y el diálogo.
Cuando imaginamos una escuela dedicada a esta labor, tenemos en mente a los estudiantes, pero también al profesorado como principal agente del cambio, ya que enseñamos lo que somos. La buena noticia es que todas las personas, a cualquier edad, pueden desarrollar estas habilidades a través de un entrenamiento adecuado, como el que proponen las autoras de este libro, que durará toda la vida.
Andrea Giráldez Hayes es profesora titular de universidad, coach y consultora internacional con una amplia experiencia en artes, educación y formación inicial y permanente del profesorado. Actualmente trabaja como directora de formación on-line en Growth Coaching Internacional, organización que colabora con escuelas y universidades de diversos países promoviendo la mejora del diálogo, las relaciones interpersonales y el desarrollo profesional y académico. Asimismo, es consultora de la Organización de los Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) y facilita procesos de acompañamiento y desarrollo personal y profesional para docentes y estudiantes.
Emma-Sue Prince es docente y formadora en gestión del desarrollo, autora y consultora de empresas con una amplia experiencia en el ámbito de las soft skills, la formación de formadores, el diseño de materiales y el desarrollo profesional. Ofrece consultorías sobre empleabilidad, soft skills y educación en países como India, Malasia, Tanzania y Bangladesh en alianza con el Departamento de Desarrollo Internacional y el British Council. Es también fundadora de Unimenta, una organización con sede en Reino Unido que fomenta la formación de docentes y profesionales en el ámbito de las habilidades para la vida y el desarrollo personal.
Primeras páginas de Habilidades para la vida
La entrada Habilidades para la vida se publicó primero en Aprender a pensar.
¿Qué importa más: el rendimiento académico o el desarrollo personal de los estudiantes? Estamos tan preocupados por el futuro y vamos tan deprisa que parecemos olvidar a la persona que vive detrás de cada alumno y la necesidad de acompañarlo en procesos de aprendizaje vitales.
Más que acumular datos, los jóvenes precisan desarrollar un saber y un saber hacer que no puede estar desvinculado del saber ser y el saber convivir, que se adquieren a través del desarrollo de habilidades para la vida. ¿Cómo se aprenden las habilidades para la vida? Desde la práctica, la reflexión y el diálogo.
Cuando imaginamos una escuela dedicada a esta labor, tenemos en mente a los estudiantes, pero también al profesorado como principal agente del cambio, ya que enseñamos lo que somos. La buena noticia es que todas las personas, a cualquier edad, pueden desarrollar estas habilidades a través de un entrenamiento adecuado, como el que proponen las autoras de este libro, que durará toda la vida.
Andrea Giráldez Hayes es profesora titular de universidad, coach y consultora internacional con una amplia experiencia en artes, educación y formación inicial y permanente del profesorado. Actualmente trabaja como directora de formación on-line en Growth Coaching Internacional, organización que colabora con escuelas y universidades de diversos países promoviendo la mejora del diálogo, las relaciones interpersonales y el desarrollo profesional y académico. Asimismo, es consultora de la Organización de los Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) y facilita procesos de acompañamiento y desarrollo personal y profesional para docentes y estudiantes.
Emma-Sue Prince es docente y formadora en gestión del desarrollo, autora y consultora de empresas con una amplia experiencia en el ámbito de las soft skills, la formación de formadores, el diseño de materiales y el desarrollo profesional. Ofrece consultorías sobre empleabilidad, soft skills y educación en países como India, Malasia, Tanzania y Bangladesh en alianza con el Departamento de Desarrollo Internacional y el British Council. Es también fundadora de Unimenta, una organización con sede en Reino Unido que fomenta la formación de docentes y profesionales en el ámbito de las habilidades para la vida y el desarrollo personal.
Primeras páginas de Habilidades para la vida
La entrada Habilidades para la vida se publicó primero en Aprender a pensar.
Por Javier Bernabeu, editor de matemáticas de SM.
Es posible enseñar cualquier cosa a un niño siempre que se haga en su propio lenguaje.
Araujo y Chadwick
Me declaro fan de mi hijo Lucas. Tiene 5 años y desborda creatividad e ingenio por todos los poros de su cuerpo. Vive todo con tal intensidad que, a veces, agota pero es tan rico escucharlo que no paro de aprender y quedarme boquiabierto con muchos de sus razonamientos.
A veces me recuerda a Sinchán, ese personajillo japonés de dibujos animados que dice las palabras a su manera y que, cuando la madre lo corrige, comenta con cierta displicencia: “Sí, también puede decirse así”.
Nosotros siempre hemos hablado a Lucas sin utilizar “palabroides” como tete, para referirnos al chupete, o chicha, para referirnos a la carne, u otras muchas cosas que muchos padres utilizan… No, nosotros hemos utilizado las palabras tal y como suenan y le hemos hablado sin abusar de diminutivos y de tonos extraños.
El caso es que él tiene un buen vocabulario pero muchas de las palabras y expresiones las adapta a sus necesidades. ¿Qué necesidades? Lucas necesita dotar de significado a las palabras que utiliza. De modo que, en muchos casos, realiza pequeñas modificaciones que le permiten comprender mejor.
Aprender matemáticas también tiene cierta relación con el aprendizaje de una lengua. ¿Y si dejamos que el niño nos cuente sus hallazgos matemáticos, a su manera? Estos son varios ejemplos que demuestran hasta qué punto Lucas busca lógica matemática en algunos contextos de su vida diaria.
¡Mira, un altobús!
Como otros muchos niños, Lucas se quedaba admirado por el tamaño de los autobuses y, cuando comenzó a emitir sonidos inteligibles que se asociaban a palabras, no dudó en decir cosas como “¡Mira, un ALTOBÚS!”. Claramente se fijaba en la dimensión de altura porque si no habría dicho “LARGOBÚS”.
Sí cabe, hay espacio libre
El manejo que tiene del móvil, la tableta y otros dispositivos es espectacular como los niños de esta generación. Pero claro, hay algunos conceptos que aún no controla, como que los dispositivos tienen capacidad finita de almacenamiento, y ocurren cosas como esta:
– Papá, ¿me instalas un juego de Sonic?
– Lo siento Lucas, no me cabe ni un juego más.
– Sí mira, ahí cabe. (señalando un huequito de la pantalla en el que cabe otro icono más)
La camiseta anterior
La última palabra modificada por Lucas para comprender mejor la ha dicho hoy, y me ha enamorado por completo:
– Lucas, ponte camiseta interior que hace frío.
– ¡Papá, dirás camiseta ANTERIOR!
– ¿Y eso?
– ¡Pues porque se pone ANTES!
Cuando le digo (menos de lo que debería): “Lucas, todos somos únicos y especiales” me suele poner una cara en plan “papá, no te entiendo”, pero no dice nada.
Yo creo que es porque, inmediatamente, se imagina a sí mismo flotando con traje “ESPECIAL” en el ESPACIO EXTERIOR… Eso sí, como allí arriba hace frío tiene que llevar su camiseta ANTERIOR.
En esos momentos, Lucas, sin darse cuenta, estableció razonamientos relacionados con el ancho y el largo de un objeto, el espacio físico vacío o lleno, la percepción del tiempo anterior y posterior, demostrando así que para un niño es posible llegar a intuiciones matemáticas de forma espontánea. Dejemos que los niños hablen en su idioma, prestemos atención y observemos cómo establecen relaciones lógicas. Luego podemos poner nombre a sus hallazgos y abordar conceptos matemáticos de una manera más cercana.
La entrada Me encanta escucharte pensar matemáticamente se publicó primero en Aprender a pensar.
Por Javier Bernabeu, editor de matemáticas de SM.
Es posible enseñar cualquier cosa a un niño siempre que se haga en su propio lenguaje.
Araujo y Chadwick
Me declaro fan de mi hijo Lucas. Tiene 5 años y desborda creatividad e ingenio por todos los poros de su cuerpo. Vive todo con tal intensidad que, a veces, agota pero es tan rico escucharlo que no paro de aprender y quedarme boquiabierto con muchos de sus razonamientos.
A veces me recuerda a Sinchán, ese personajillo japonés de dibujos animados que dice las palabras a su manera y que, cuando la madre lo corrige, comenta con cierta displicencia: “Sí, también puede decirse así”.
Nosotros siempre hemos hablado a Lucas sin utilizar “palabroides” como tete, para referirnos al chupete, o chicha, para referirnos a la carne, u otras muchas cosas que muchos padres utilizan… No, nosotros hemos utilizado las palabras tal y como suenan y le hemos hablado sin abusar de diminutivos y de tonos extraños.
El caso es que él tiene un buen vocabulario pero muchas de las palabras y expresiones las adapta a sus necesidades. ¿Qué necesidades? Lucas necesita dotar de significado a las palabras que utiliza. De modo que, en muchos casos, realiza pequeñas modificaciones que le permiten comprender mejor.
Aprender matemáticas también tiene cierta relación con el aprendizaje de una lengua. ¿Y si dejamos que el niño nos cuente sus hallazgos matemáticos, a su manera? Estos son varios ejemplos que demuestran hasta qué punto Lucas busca lógica matemática en algunos contextos de su vida diaria.
¡Mira, un altobús!
Como otros muchos niños, Lucas se quedaba admirado por el tamaño de los autobuses y, cuando comenzó a emitir sonidos inteligibles que se asociaban a palabras, no dudó en decir cosas como “¡Mira, un ALTOBÚS!”. Claramente se fijaba en la dimensión de altura porque si no habría dicho “LARGOBÚS”.
Sí cabe, hay espacio libre
El manejo que tiene del móvil, la tableta y otros dispositivos es espectacular como los niños de esta generación. Pero claro, hay algunos conceptos que aún no controla, como que los dispositivos tienen capacidad finita de almacenamiento, y ocurren cosas como esta:
– Papá, ¿me instalas un juego de Sonic?
– Lo siento Lucas, no me cabe ni un juego más.
– Sí mira, ahí cabe. (señalando un huequito de la pantalla en el que cabe otro icono más)
La camiseta anterior
La última palabra modificada por Lucas para comprender mejor la ha dicho hoy, y me ha enamorado por completo:
– Lucas, ponte camiseta interior que hace frío.
– ¡Papá, dirás camiseta ANTERIOR!
– ¿Y eso?
– ¡Pues porque se pone ANTES!
Cuando le digo (menos de lo que debería): “Lucas, todos somos únicos y especiales” me suele poner una cara en plan “papá, no te entiendo”, pero no dice nada.
Yo creo que es porque, inmediatamente, se imagina a sí mismo flotando con traje “ESPECIAL” en el ESPACIO EXTERIOR… Eso sí, como allí arriba hace frío tiene que llevar su camiseta ANTERIOR.
En esos momentos, Lucas, sin darse cuenta, estableció razonamientos relacionados con el ancho y el largo de un objeto, el espacio físico vacío o lleno, la percepción del tiempo anterior y posterior, demostrando así que para un niño es posible llegar a intuiciones matemáticas de forma espontánea. Dejemos que los niños hablen en su idioma, prestemos atención y observemos cómo establecen relaciones lógicas. Luego podemos poner nombre a sus hallazgos y abordar conceptos matemáticos de una manera más cercana.
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