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Nietzsche |
El fragmentario ensayo de
Nietzsche Sobre verdad y mentira en sentido extramoral es uno de esos textos filosóficos que entendidos y no entendidos en la materia coinciden en declarar interesantes Su autor lo compuso, aún no cumplidos los treinta, en el verano de 1873 dictándoselo a un amigo suyo, el joven Carl von Gersdoff. Las dos hadas madrinas de Nietzsche, Cosima Liszt, esposa del músico Ricardo Wagner, y la aristocrática y avanzada feminista de la cultura Malwida von Meyserburg se aprestaron a leerlo y discutirlo. Pero el manuscrito no rebasó el círculo de los amigos y permaneció largo tiempo impublicado. De hecho, sólo vio la luz por primera vez en 1903, tres años después del fallecimiento de su autor. (239)
Sobre verdad y mentira consta de dos secciones o capítulos, el primero dedicado a la crítica del lenguaje y de la idea de verdad y el segundo más breve, a la interpretación de la creación artítica. (239)
El párrafo inicial, aparatosamente solemne e irónico a la vez, esboza un retrato de la condición humana en el que se subraya la efímera irrelevancia del animal cognitivo en el cosmos y su necesidad biológica de fingir para sobrevivir. Esta pintura le sirve al autor de punto de partida para sostener con la jactancia de un Epiménides la doble y provocativa tesis que la verdad es una mentira colectiva y el impulso de verdad un olvido y represión inconsciente de esa mentira. (240)
Nietzsche formula una doble denuncia. En primer lugar observa que son sólo razones o necesidades de utilidad social -un consenso o contrato a la manera de
Rousseau, o mejor de
Hobbes- las que dan lugar a la codificación social de lenguaje y a que la sociedad premie la verdad y penalice la mentira. Pero esa codificación, insiste
Nietzsche, es doblemente ficticia, pues no sólo dimana de una convención de grupo, sino que tiene por base el vacío, la radical falta de conexión que separa, en el origen del lenguaje y del conocimiento científico, a los estímulos físicos de las imágenes psíquicas, y a su vez a las imágenes, que son internas, de las palabras, que son externas:
"entre el sujeto y el objeto, no hay ninguna causalidad, ninguna exactitud, que a lo sumo es un extrapolar abusivo, un traducir balbuciente en un lenguaje extraño, para lo que se necesita una fuerza mediadora"Esa fuerza mediadora es para Nietzsche nuestra fantasía. Él sostiene que la fuente original del lenguaje y del conocimiento no está en la lógica ("el origen del lenguaje no sigue un proceso lógico"), sino en la imaginación, en la capacidad radical e innovadora que tiene la mente humana de crear metáforas, analogías y modelos. El colosal edificio de la ciencia se alza sobre las arenas movedizas de ese origen. (240)
Al afirmar que el impulso a la verdad tiene su raíz en la inconsciencia, en el olvido de que el concepto es el residuo de una metáfora,
Nietzsche sitúa este freudiano diagnóstico "más allá de la verdad y la mentira", en un plano que no es moral sino natural, anterior y exterior a la ética, y por ende extramoral. (241)
Pero la teoría nietzscheana de la verdad como mentira confortable conscientemente admitida implica el mensaje -apuntado por él en la imagen del individuo que sueña cabalgando a lomos de un tigre- de que la vida humana es radicalmente inconfortable. Éste es su sello trágico. (241)
Nietzsche no tiene el menor empacho en reconocer que la teoría del lenguaje y del conocimiento que propone en su ensayo es escandalosamente incompatible con el pensamiento académico tradicional. Este pensamiento se basa en la clásica doctrina realista de la verdad como correspondencia del sujeto cognoscente con el objeto conocido, según la cual el objeto imprime su huella en el sujeto.
Nietzsche refuta esa doctrina repitiendo un argumento manejado por el escepticismo de todos los tiempos, al alegar que una correspondencia de semejante jaez sólo podría ser verificada si nos estuviera permitido situarnos fuera de nuestro propio conocimiento para poder compararlo con la realidad, lo cual parece a todos luces imposible. (241)
A un nivel no lógico ni semántico, sino retórico o pragmático construyó
Nietzsche su propia paradoja. Utilizando el lenguaje de la tradición, solemos convenir en que la mentira es lo contrario de la verdad, la contraverdad. Pero es por otra parte un hecho que, desde el punto de vista vital o práctico, la mentira no es menos útil que la verdad para sobrevivir y en este sentido cabe decir que no es tanto su contraria como su afín, pues ambas, verdad y contraverdad, son armas de supervivencia. Pero si, dando un paso más, se da por sentado la capital hipótesis nietzscheana de que nuestra fantástica capacidad de articular metáforas -lo cual implica una radical ficción y por consiguiente una mentira- está en la base de nuestro lenguaje y nuestro conocimiento, entonces se impone la paradójica conclusión de que la mentira, o lo que es lo mismo, la contraverdad es en muy buena parte la verdad de la vida, en la medida en que es condición esencial de la misma. (242-243)
Manuel Garrido,
Filósofos y Filosofía (edición de Luis M. Valdés y Enrique Bonete), Tecnos, Madrid 2017