La agenda de 1945 confirma varias cosas que ya se insinuaban en las anteriores: la soledad creciente de Serge; que la vida con su compañera, Laurette, es un campo minado de depresiones y silencios lacerantes, de situaciones en las que la ruptura definitiva parece inminente a las que suceden, a veces, como por milagro, tardes plácidas en las que parece posible la esperanza; el predominio de las páginas en blanco; la aparición de páginas con una sola palabra, "rien"; y la reducción de la letra, cada vez más difícil de leer...
Entre las sorpresas que me ha deparado esta agenda, resalto estas dos:
En primer lugar, el encuentro, el 6 de septiembre, con el socialista español Fernando de los Ríos, que mucho antes que Serge ya había defendido un socialismo humanista y que se atrevió a reivindicar ante Lenin la importancia existencial de la libertad.
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En segundo lugar, ese objeto: ese pequeño y humilde lápiz, que me parece un objeto íntimo, muy personal, y, por eso mismo, emotivo: es el lápiz de un escritor.
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