Escrito por Luis Roca Jusmet
Richard Sennett, nacido en 1942, escribió en 1974 una obra imprescindible para la sociología contemporánea. Sociología cualitativa vinculada a la historia. Es, a mi modo de ver, su mejor obra. Luego ha escrito mucho y bueno, pero sin llegar a la originalidad de este libro. Merece la pena recordar, por su actualidad, los hilos conductores. Lo hace comparando las transformaciones que se dan entre el siglo XVIII al siglo XIX.
La sociedad moderna se fundamenta no en la comunidad sino en el individuo. Surgen dos figuras : el empresario y el artista, dos impulsos contradictorios, que son la utilidad y el desprecio de lo útil. El empresario refleja lo objetivo, el cálculo. La figura del artísta hace aparecer lo subjetivo, la sociedad íntima del sentimiento. La conciencia moderna centrada en el yo, en su descubrimiento, en la autenticidad. Pasamos de una sociedad que buscar a lo trascendente a otra que busca la subjetividad.
El desarrollo del capitalismo va desplazando la ética protestante del trabajo y la austeridad hacia una ética hedonista y narcisista, en la que se busca la propia gratificación. Aparece el modernismo como forma de cultura : sustitución de la religión por el arte y la literatura. El arte se vuelve íntimo, subjetivo, es la expresión de lo singular del artista, de lo personal. Pero al mismo tiempo el arte se mercantiliza y se somete a las leyes del mercado. El arte moderno es una ecología de la imagen : fotografía, el cine y la televisión.
El problema de fondo es que cuando más subjetiva e íntimista menos capacidad de comunicación hay. Se pasa del siglo XIX al XX a una actitud que exige cada vez más sinceridad. Contra más expresiva es una persona con respecto a sí mismo menos capacidad tiene de comunicarse. El fracaso en la ruptura de los 60 ( el movimiento contracultural en el que el mismo Sennett participa ) conduce a un fracaso que debe apelar a lo intersubjetivo. Solo se puede tener una relación emocional cuando lo subjetivo tienen un sentido social, está nmarcado en instituciones. Pero se han destruido los roles públicos del siglo XIX. Hemos perdido la capacidad de actuar en la vida pública, dice Sennett, y si la sociedad es como un teatro hay que esconder los problemas individuales, no hacerlos públicos. Hacen falta normas convencionales para el teatro público. Hay un intento de refugiarse en lo privado, que se vive como lo auténtico. Lo convencional, las normas públicas se ven como un formalismo. Las relaciones sociales son sustituidas por la obsesión por la obsesión por uno mismo. Es una visión íntima de la sociedad. Durante el siglo XVII lo público es el bien social. En el siglo XVIII se produce un equilibrio entre lo público ( lo civilizado ) y lo privado ( lo natural). Lo público exige unas obligaciones : se impone el silencio en los espectáculos.
El mundo se quiere entender de manera secular e inmanente. En el siglo XVIII las cosas se comprendían porque se colocaban en una teología. El orden del mundo era entendido a partir de principios fijos y esto permitía comprenderlo como una Totalidad. Todo cambia en el siglo XIX: los hechos ya no se encuadran en principios, los hechos son los que organizan el sistema. Lo privado empieza a verse como lo moral y lo público, lo político, como lo inmoral. Se pierde el compromiso social, la referencia a la vida social. La relación con el otro se basa en la posición del observador, en lo contemplativo, en el espectáculo.
Todo esto hay que situarlo en el contexto de las transformaciones del capitalismo industrial del siglo XIX: el crecimiento enorme de la población y el desplazamiento a la vida urbana. Esto implica toda una serie de cambios en el diseño de las ciudades, orientado a la separación de las clases sociales. La burguesía viaja y se vuelve cosmopolita mientras el proletariado es más localista. La vida de los negocios se ve como un juego de azar. Surgirán las tiendas : precios fijos estipulados ( prohibido antes del siglo XIX), con el escaparate aparece además la posibilidad de entrar para mirar ( aunque no se compre) y beneficio basado en la masificación del consumo más que en el precio del artículo. El consumo se extiende a todas las clases sociales. Se trata de generar el deseo como ilusión de satisfacción. Se subjetivizan las mercancías, se viven como algo personal y propio. La ropa, especialmente, se percibe como expresión de la personalidad.
Surge una conciencia fuertemente individual en la que es importante el control de la imagen. No hay que ser espontáneo, hay que controlarse. El traje muestra la imagen que cada cual tiene de sí mismo. Aparece la moda, el traje cada vez deja de ser la manifestación de la clase social.
La mujer empieza a poner mucha atención en su apariencia. Enorme ansiedad ante las apariencias: importa mucho como nos ven los otros. En el campo sexual ya no hay erotismo, que solo es posible cuando hay represión, ya que es siempre una transgresión. El amor es sustituido por el narcisismo : absorción en el yo, en los problemas personales. La familia nuclear es la base de la sociedad burguesa. Es el refugio del azar de la vida pública, el lugar donde nos sentimos seguros. Sociedad patriarcal basada en la represión.
A finales del siglo XIX empieza a aparecer el deseo de cambio a través de las rebeliones. La experiencia revolucionaria se extiende a todos los ámbitos. Pero no se trata de ser revolucionario sino de ser un revolucionario. Es una cuestión de autoimagen. En la revolución de 1848 hay un acceso de la personalidad a la política y al dominio público. Aparece el líder carismático, que no basa su autoridad en el lugar simbólico que ocupa sino en sus características personales. Lamartine es un ejemplo. Proclama que la apariencia es lo fundamental : dice lo que siente. La cara se convierte en máscara : él controla sus emociones mientras las masas las manifiestan.La multitud queda dominada. Lamartine exigía sumisión frente a su personalidad. Es un actor sin texto, sin programa y que se basa en la improvisación. En el casi Dreyfus : se juzga lo que es más que lo que hace.
La personalidad accede a lo público.Por otra parte aparece la oscuridad en la zona del espectador, que debe reprimir sus emociones y no manifestarlas : se impone el silencio.
Es una sociedad narcisista que se basa en lo subjetivo y destruye los lazos sociales y la conciencia de clase.
En el siglo XX hay un elogio de la autenticidad, de la proximidad emocional, de lo psicológico. La sociedad se convierte en destructiva para el propio yo. No importa lo que uno hace sino lo que uno siente. La sociedad se vuelve incivilizada porque uno queda desprotegido delante de los otros. No hay normas que nos distancien y que permitan los vínculos. Hay identificación con el otro, cargamos al otro con nuestro drama personal.
Hay también un narcisismo de las pequeñas diferencias, un nacionalismo que excluye a los diferentes y lleva al racismo.
Esto son unos apuntes algo desordenados del libro de Sennett. En término lacanianos sería el paso de lo simbólico ( las normas que nos distancian y que posibilitan los vínculos ) a lo imaginario ( el narcisismo, la identificación, la imagen ). También apunta la sociedad líquida de Baumann. Muchas sugerencias en un libro que vale la pena recuperar.