El humor siempre ha sido tema de controversia. Pero, ¿por qué? ¿Qué es lo que hace que un comentario sea gracioso para unas personas y ofensivo para otras al mismo tiempo? ¿Es de mal gusto hacer humor negro?
Sea cual sea la respuesta está claro que es algo subjetivo, y por lo tanto no debería ser cuantificable. No hay una franja establecida que separe lo ofensivo de lo gracioso porque no se puede establecer una medida universal, una escala que calcule el grado de humor y hasta que nivel eso sea de mal gusto o no.
Aún así, las personas somos capaces de advertir cuando hemos pasado ese límite. Es decir, todos hemos visto a alguien reírse de un chiste sobre la muerte. Pero si ese sujeto tiene un mínimo de empatía, suponemos que no lo contará en medio de un funeral. Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que no se trata de límites del humor. Se trata de adecuación del humor.
Las personas adecuamos lo que decimos en función del contexto. Del mismo modo que nos dirigimos al jefe de la empresa en un registro diferente al que utilizamos cuando hablamos con los amigos, el humor debe utilizarse en función de la situación en la que te encuentres.
No es ofensivo hacer humor sobre el suicidio, no es ofensivo hacer humor sobre la guerra, tampoco es ofensivo hacer humor sobre los veganos. A no ser que la situación deje de ser la adecuada.
Esto nos abre otra cuestión: ¿Cómo adecuamos el humor?
La verdad es que sigue siendo algo subjetivo, pero no tan difuso como el planteamiento de los límites del humor. Como bien he mencionado antes, la empatía y saber analizar la situación es lo que nos lleva a determinar cuando hemos adecuado bien un comentario, un chiste o un monólogo humorístico. Hay que tener en cuenta el tema que se trata, la situación en la que te encuentras y el receptor.
Trataré de aclararlo con el siguiente ejemplo:
Un doctor se sube al ascensor del hospital donde trabaja. Dentro, se encuentra Carlos, un joven de 23 años con cáncer de pulmones. El doctor recuerda aquel chiste que le contó su compañero en la cena de fin de año: “-¿Es cáncer doctor? -No, soy Capricornio.” A priori es un chiste con poca gracia que contado entre doctores podría ser causante de alguna risa. Pero teniendo en cuenta la situación del receptor y el tema que trata ese chiste, nuestro hipotético doctor decide no contarle el chiste a Carlos.
Es absurdo pensar que hay un límite para lo que es gracioso y lo que es ofensivo. Porque todos los comentarios y todos los chistes son de mal gusto y jactantes al mismo tiempo en contextos diferentes. Así que no hay límites, sino adecuación del humor.