José María Lassalle descubría en su tesis doctoral que la idea de propiedad de
Locke las semillas que habían posibilitado el despliegue del liberalismo, es decir, la propiedad debía explicarse como ingrediente constitutivo del sujeto de la modernidad. Sostenía que el fundamento de la propiedad "se encuentra en ese dominio que el hombre tiene sobre su persona y que, asentado sobre la conciencia de sí mismo, le confirma su derecho natural a reclamar como suyos los resultados materiales que se desprenden de su trabajo".
¿Qué ocurriría si el trabajo dejase de cumplir esa función? ¿Qué consecuencias podría llegar a tener en la comprensión de lo que entendemos que es esencial en la persona y la democracia?
Como secretario de Estado para la Sociedad de la Información y la Agenda Digital ha podido pensar en el futuro de la sociedad digital y en su horizonte: a mayor tiempo ante la pantalla, la identidad personal se irá cada vez más diluyendo.
Al imaginar esta distopía, nos describe una dictadura que abotarga al ciudadano dirigida por un patriciado tecnológico -uno está en China, el otro en Silicon Valley. A ese futuro oscuro al que podríamos estar encaminándonos le da un nombre: Ciberleviatán.
Si hace noventa años
Ortega delimitó la rebelión de las masas,
Lassalle advierte sobre el advenimiento de su mutación posmoderna: la "multitud digital" que, al dejar más y más huellas en la red, va desprendiéndose de la libertad y la delega a un algoritmo sin control que va pirateando su conciencia (para decirlo con
Harari) y que acaba por vaciarla predisponiéndonos, a través de las fake news y la adicción a las aplicaciones, a una tiranía que se impone sin violencia.
Uno de los aspectos definidores de dicha multitud tiene que ver, precisamente, con el trabajo. Con el no trabajo, mejor dicho, toda vez que la robotización y la inteligencia artificial lo habrán hecho absolutamente superfluo.
"Comienza a planear el peligro de que surja una especie de clase inútil transversal atravesada en el estrés de evitar su irrelevancia laboral a cualquier precio". Frene a la inquietud que provoca el miedo a la inutilidad,
Lassalle arriesga afirmando que la renta básica universal será el placebo del sistema para tapar la deshumanización que la sostiene. frente a ese escenario, la única alternativa es la sublevación liberal: limitar el tecnopoder para dirigir desde la política la república digital donde ya vivimos.
Jordi Amat,
Revolución de las masas 2.0, Cultura/s. La Vanguardia 18/05/2019