I Comer a solas no es sino estricta biología. Una triste función orgánica. Uno pone cualquier cosa en una bandeja y va a sentarse, mecánicamente, frente al televisor y cuando acaba no sabe bien ni qué ha comido ni qué ha visto. Esta conducta insípida tiene que estar registrada como pecado en algún capítulo menor del catecismo cristiano, porque si la virtud es un término medio entre dos excesos, la soledad gastronómica es el exceso más opuesto a la gula que pueda imaginarse: mera supervivencia de campaña.
IICarpe diem. Cada tiempo ha entendido esta locución latina según su conveniencia. Hoy pensamos que quiere decir algo así como "exprime el momento presente, no dejes ni una gota para mañana", pero su traducción más genuina, me digo mientras apago la tele y llevo la bandeja a la cocina, sería la de aquel refrán que tanto me repetía mi madre: "No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". Si estaba muy alterada por mis excusas dilatorias, recurría a esta versión: "¡Ya lo haré! ¡Ya lo haré! ¡No digas ya lo haré, sino ya lo he hecho!" Vivo en una orgía del carpe diem.
IIIAyer fui a ver la última película de Tarantino. Me pareció la culminación de un proceso común a varias artes -véase la literatura- en el que el ritmo es el único protagonista de la historia. Todo está al servicio de un diapasón enloquecido y el resto es decorado circunstancial. Tarantino ha grabado una serie de videoclips, los ha unido y al resultado lo ha llamado cine. Podría haberse salvado si, como ocurría en sus películas anteriores, los videoclips fueran buenos, pero su talento se consume en un solo frenético de batería que se dedica a sí mismo. Decía ayer que me gustaban las películas del oeste. Hoy me gustan más que ayer y, posiblemente, menos que mañana, dado que a los jóvenes parece haberles entusiasmado esta ausencia de cine. Viendo sus caras de entusiasmo, volví a casa con la sensación, seguramente excesiva, de que el cine ha muerto. Me hice un bocadillo de jamón y me senté con dos cervezas frente a la tele. Me he despertado a altas horas de la noche con la tele encendida, las cervezas vacías y el cuerpo desmadejado.
IVAl ir a la cama descubrí que he recibido una invitación para viajar a Guatemala en diciembre.
VMark Twain en The Innocent Abroad: "Quizás el objeto más poético que Pompeya ha reservado a los investigadores modernos, sea la extraordinaria figura de un soldado romano, con su armadura al completo, que fiel a su deber y a su orgulloso nombre de soldado de Roma, afirmando su coraje, se mantuvo en su sitio, junto a las puertas de la ciudad, firme, hasta que el infierno cayó sobre él, sin apoderarse por ello de su espíritu". Me pregunto cómo actuaría un soldado a quien se le ordenara dedicar el resto de su vida a guardar las puertas de una ciudad abandonada.
VI Me entero, porque mis lecturas estos días tienen algo de tarantinianas, de que en la lengua quechua al diablo se lo llama supai, palabra basada en supi, que significa flatulencia. Algo similar ocurre en el yucateco. Aquí el diablo es kisin, de kis, que significa lo mismo que supi. La cosa. bien pensada, tiene su miga.
VIIEstobeo, Florilegio 4.34.60: "¿Qué es el hombre? Un ser débil, despojo del tiempo, juguete de la fortuna, imagen de lo inconstante, situado entre la envidia y el fracaso y, el resto, flema y bilis". Leía a Estobeo y pensaba, por una parte, en el diablo quechua y, por otra, en el soldado romano de Pompeya.
VIIIEl hombre es el ser que altera cualquier definición que se dé de sí mismo.