La reproducción documental de manifestaciones es un género cinematográfico antiguo. Cuando
Walter Benjamin se refirió a la estetización de la política pensaba en la representación propagandística de las multitudes movilizadas por el fascismo por medio de técnicas, como la perspectiva aérea, que las convertían en un espectáculo conmovedor. Y Kundera describió con agudeza el kitsch de la marcha del primero de mayo en la Praga comunista, que retransmitían los medios. Con la caída del Muro de Berlín, las estrategias no-violentas, con su apuesta por las performances teatrales, han hecho coloridas contribuciones a este género.Un aspecto nada estudiado de las nuevas tendencias en el
porn riot es precisamente el de la influencia del
jiu-jitsu político teorizado por
Gene Sharp sobre las escenas que se representan. Esta técnica enseña a elaborar acciones no-violentas pensadas para generar acciones represivas que, bien explotadas por la propaganda, resultan políticamente rentables. Y, en algunas nuevas modalidades de manifestación, se combina con la del
black bloc , de forma que el recurso a la agresión y a los actos vandálicos por parte de algunos manifestantes actúa como un elemento desencadenante de la reacción policial que se busca. Esta combinación, que permite ofrecer versiones radicalmente diversas de los mismos hechos en función del plan, el montaje y el material seleccionado, además de dar lugar a curiosas coreografías, es una gran máquina de fabricar imágenes que excitan emociones.Josep María Ruiz Simon, 'Porn riot', La Vanguardia 12/11/2019
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