Hay por esos mundos de Dios multitud de pedagogos convencidos de que saben, exactamente, cuáles son las competencias imprescindibles que un niño que hoy entra en la escuela, necesitará dominar para desenvolverse con éxito ante problemas del futuro que hay somos incapaces de imaginar.
Me llama poderosamente la atención la confianza de estos pedagogos en sus dotes prospectivas. Si esta confianza está bien fundada, están en deuda con la escuela del pasado que los ha formado de manera tan competente. Si no está bien fundada, su comportamiento es de una frivolidad inquietante, dado que hablan con un tremendo desparpajo de la "obsolescencia del capital humano". La obsolescencia, para entendernos, sería la depreciación de los conocimientos, habilidades, actitudes, ideas, visiones y puntos de vista adquiridos. O, dicho de otra forma, sería el grado en que los profesionales pierden los conocimientos y habilidades necesarios para desenvolverse de manera efectiva en su situación laboral actual o futura.
De nuevo nos enfrentamos a un dilema: 1. ¿Si la obsolescencia es cierta, afecta a todos los conocimientos por igual? ¿No hay nada en la herencia del pasado capaz de mantener vigente su valor?
2. ¿Cómo sabemos que las competencias que los pedagogos consideran necesarias para el futuro no serán corroídas por esa misma obsolescencia?
He intentado leer con la mayor paciencia y objetividad diferentes propuestas sobre las competencias que se consideran necesarias para el futuro y finalmente he llegado a las siguientes conclusiones:
1) Las listas de competencias no están elaboradas por viajeros del tiempo que nos visitan desde el futuro para tenernos al día de cómo van por allí las cosas, sino por supuestos especialistas del presente que, para más INRI, no acaban de ponerse de acuerdo.
2) Cuando un grupo de especialistas dice qué competencias serán importantes, elabora una lista tan grande que resulta impracticable, así que se ven forzados a ordenarlas en categorías o grupos, pero esos grupos dudo que puedan considerarse competencies, porque su apariencia es más bien la de objetivos generales.
3) Si se ordenan las competencias de acuerdo con su importancia y su dificultad de implementación, observamos inmediatamente que cuanto más importante se considere una de ellas, más compleja y problemática resulta su adquisición. Pongamos tres ejemplos: (a) todo sería mucho más fácil si consiguiéramos dominar la transferencia de conocimientos de un campo a otro, el problema es que no sabemos cómo conseguirlo y la transferencia continua siendo uno de los puntos negros de la pedagogía; (b) la metacognición es universalmente alabada por psicólogos y pedagogos... pero uno ha aprendido a sospechar de lo que es universalmente alabado, porque acostumbra a serlo debido a su rareza; (c) si se quiere proporcionar a alguien competencias reales habrá que enfrentarlo a situaciones reales en las que esas competencias se muestren indispensables, pero la escuela se encuentra fatalmente separada de la vida adulta de sus alumnos y de las experiencias reales asociadas a esa vida.
4) En las propuestas elaboradas en los Estados Unidos encuentro, de forma reiterada, la convicción de que es imprescindible proporcionar a los jóvenes una sólida base de conocimientos y habilidades que faciliten su aprendizaje en el futuro, lo cual significaría que hay un fundamento sólido en los conocimientos heredados que no está sometido a la obsolescencia (pongamos por caso: el teorema de Pitágoras). ¿Cómo podrá ser posible el aprendizaje permanente sin una base de conocimientos sólida?
5) Casi todas las competencias que se consideran claves para el siglo XXI -dejemos de lado las llamadas competencias digitales- fueron claves también en Mesopotamia (creatividad, resolución de problemas, trabajo en equipo, comunicación, etc.).
6) Algunas competencias me parece que no son exactamente competencias, sino rasgos de la personalidad (creatividad, liderazgo, agilidad, adaptabilidad, etc.) que siempre fueron importantes y nunca hemos sabido enseñar.
7) Sin ser competencias completamente nuevas, sí son sumamente relevantes las que tienen que ver con la capacidad para adquirir y utilizar información relevante en un mundo hipersaturado de información irrelevante (cuando no directamente falsa o tendenciosa). Nunca ha sido más importante que ahora evaluar con rigor la calidad y confiabilidad de las fuentes.
8) Entre las competencias imprescindibles no suele aparecer la que, a mi parecer, es la más imprescindible de todas: la capacidad atencional.
Gregorio Luri,
El laberinto de las competencias, El café de Ocata 12/12/2018
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