Todos nos hemos encontrado en días en que al parecer todo nos sale mal: tropezamos, escuchamos malas noticias, suspendemos un examen, etcétera. Algunos le dirán levantarse con el pie izquierdo, otros un día de mala suerte o simplemente casualidad, sin embargo ¿existirá realmente la mala suerte?
Actualmente nos vemos enfrascados en una sociedad llena de prejuicios, donde la gente continuamente crea una opinión sobre algo sin antes tener pruebas certeras que la avalen. Esto pasa con lo denominado “mala suerte”. Muchos creemos, o más bien, preferimos creer que los acontecimientos extraños o no deseados nos pasan por una suerte ajena a nuestra voluntad, término frecuentemente relacionado a destino, hasta tal punto de que tememos o nos espantamos de lo que sólo ha sido resultado nuestra imaginación. ¿No sería que el ser humano ha querido escudar sus errores en lo que denominamos un “día de mala suerte”? Si vamos por una calle equivocada, apostamos a un número no ganador en la lotería o tomamos otra mala decisión, optamos por suponer que ha sido por causa de una fuerza desconocida predispuesta sobre nosotros a hacernos responsables de las decisiones tomadas.
Independientemente de ser mala o buena, la suerte es algo que nunca será demostrado, y es que así como cualquier cara del dado puede salir al ser lanzado, un acto puede desencadenar muchas consecuencias, las mismas tanto en un lunes siete como en un martes trece.
A modo de conclusión, la mala suerte es inexistente, siendo sólo una amalgama de prejuicios de mucha gente. Tal vez nunca estaremos tan seguros como para eliminar cualquier atisbo de este tema, pero la verdad es una: mientras tengamos potestad de obrar con autonomía, no habrá lugar para la suerte, fortuna… destino.