“Antes de que el joven haya alcanzado la pubertad, en realidad desde la primera infancia, el impuso sexual se manifiesta ya bajo la más variadas formas. Una de estas formas, que finalmente aparece cada vez en primer plano, y que realiza la transición hacia la vida sexual madura, es el onanismo (masturbación, autosatisfacción). La Iglesia y la ciencia burguesa han presentado el onanismo de los niños y adolescentes como un vicio grave, como un fenómeno peligroso y nocivo para la salud. Solo la sexología moderna considera el onanismo como una forma transitoria totalmente normal de la sexualidad infantil y adolescente. Es muy frecuente preguntar sobre qué es lo que impulsa a los jóvenes al onanismo. Solamente después de haber superado la concepción de que el onanismo es un vicio, se ha podido establecer que es la simple expresión de la tensión sexual corporal y mental en el organismo juvenil; que no se distingue en nada, en principio, de una simple picazón o de una granulación de la piel, pues el onanismo reposa en la tensión de un órgano, tensión que puede ser suprimida por frotamiento.” Reich, La lucha sexual de los jóvenes (1931)
Nunca un término había dado tantos problemas y se había encontrado tan poco en el mundo de la Filosofía, así como en el mundo del pensamiento reflejado en textos escritos.
Y no es para menos, afirmamos con rotundidad el contagio ideológico que tienen las sociedades influidas por una religión como la católica en muchos aspectos que, a priori, no debería ser de su competencia.
El conocimiento del sexo debería haber sido siempre objeto de la educación familiar e institucional. Dotándole a este descubrimiento como la máxima aspiración de sabia Naturaleza. Sin embargo, nuestra sociedad Occidental, así como sociedades occidentalizadas o con gran de nuestra influencia, han impregnado de censura y prohibición a la masturbación y a todo aquello que tenga que ver con el descubrimiento del propio cuerpo.
Pero seamos francos. Nuestra sociedad es, en su conjunto, muy pudorosa con según que temas referentes al sexo. Y de esa forma consigue confundir e infundir desinformación para quien ahora, es el tiempo de su descubrimiento sexual.
¿Y cuál es el resultado de todo esto?
Por un lado hemos llegado a asumir como patologías o enfermedades ciertas parafilias y por el otro simplificar el acto sexual denominando, como hacemos con el masculino plural en la lengua castellana, al sexo heterosexual como actividad dominante entre humanos.
¿Cómo queremos seguir educando a las futuras generaciones? En el silencio y en el tabú sexual o en el diálogo y en la forma abierta de tratar un tema tan importante como es este.
Plantéalo con tu pareja, háblalo con tus hijos o con tus compañeros de instituto o universidad. El sexo con uno mismo es, sin lugar a dudas, uno de los mejores primeros placeres que uno descubre cuando se introduce en el mundo del sexo. Sin este primer paso y junto a la represión de la investigación sexual, uno puede llegar muy confundido y equivocado a lo que es de verdad el sexo.
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