No es mala la idea de prolongar un poco la discusión que se ha planteado estos días en la Olimpiada Filosófica de Castilla y León y compartirla con los lectores del blog que no hayan podido asistir. Así que vamos a terminar el trimestre con el tema olímpico de este año: Dios en la filosofía. Empezamos hoy con el ejercicio propuesto: la relación entre ética y Dios. A partir de un famoso fragmento de El existencialismo es un humanismo, los finalistas debían abordar en su ensayo la relación que existe entre la ética y Dios. O dicho de otra forma: si necesitamos apelar a un ser superior para fundamentar nuestra ética. Resumiré las respuestas que a través de la voz de los tres ganadores de la Olimpiada, nos llegaron a todos los presentes. Respuestas que, como no podría ser de otra manera, fueron uns buena representación, argumentada y razonada, de lo que encontraríamos en la sociedad si planteáramos esta misma pregunta.
Por un lado, Alicia Carro Aguado (I.E.S. Jorge Manrique) y Juan Francisco Daniel Carrasco (I.E.S. Francisco Salinas) se mostraron partidarios de un cambio en la forma de comprender la ética, situando al ser humano en el centro de la misma. Fundamentar la convivencia social en la creencia en un Dios resulta tremendamente problemático en las sociedades en las que vivimos, marcadas de un modo indeleble por la pluaralidad: a la diversidad de credos se le unen los que no creen en ningún tipo de dios. Por eso, hemos de asentar las normas y los valores compartidos en nosotros mismos: es por el bien del ser humano y de la sociedad, por nuestro progreso a todos los niveles, por lo que hemos de comportarnos de un modo moral. Ya no es cuestión sólo de los ejemplos históricos que se pueden citar para poner en duda que la religión sea fundamento de la moral y no una herramienta de poder: de lo que se trata es subrayar esos valores y normas que cumple la gran mayoría, sin necesidad de estar pensando en sus creencias particulares cada vez que lo hace. Para ambos alumnos las bases culturales y sociales para este cambio están ya creadas, y es cuestión de tiempo que esta ética ajena a la creencia religiosa y respetuosa con la misma se implante como la raíz del comportamiento humano.
Con todo, no fue esta la única teoría presentada. Ana Fernández Villar (Colegio Nuestra Señora de la Consolación) cuestionó que realmente fuera posible elaborar una ética sólida al margen de la creencia religiosa. En su opinión, convertir la ética en un asunto humano es tanto como exponerla a la desaprobación de todos: por qué hemos de cumplir tal o cual norma, si en realidad son expresión de la voluntad de una parte de la sociedad. El intento de poner al ser humano como la piedra angular de la ética ha fracasado una y otra vez: el superhombre no deja de ser una construcción teórica más vacía e inalcanzable que el Dios al que pretendía sustituir. Por ello, hemos de recuperar la convicción de que es posible un orden moral animado por la creencia, sin que esto implique ningún tipo de imposición en el terreno de la política. Dios, como expresión de un comportamiento moralmente bueno, cuenta con un mayor poder motivador que cualquier sociedad humana, en la que, como se ve, se extienden los comportamientos inmorales, tanto en la vida cotidiana como en grandes ámbitos como la política o la economía. Si se dice que vivimos tiempos de desorden moral es precisamente, se nos vino a decir, porque hemos dejado de creer en lo que en realidad era la base sobre la que se asentaba todo nuestro comportamiento: la existencia de un ser superior que es además garantía última del consuelo y la justicia, de que antes o después el bien se impondrá sobre el mal. Expuestas las dos teorías, es ahora nuestro turno: con cuál de las dos nos quedamos.
P.D: un detalle importante y a destacar. Tanto desde la postura teísta como desde la humanista se defendió en todo momento la tolerancia y la valoración positiva hacia quienes piensan o creen distinto.