Todo es cambio, movimiento, fuego. No sólo en la naturaleza, sino también en las relaciones humanas. Lo mismo es el día y la noche, el todo y no todo. La guerra es el padre y el rey de todas las cosas. Nadie se baña dos veces en el mismo río, y los que beben de sus aguas se contagian también de ese ir pasando, de la muerte y el nacimiento, de un curso que sube y baja, imposible de detener. Porque le pasa a las personas lo mismo que al río: son todos hijos del tiempo.