Más de una vez ha salido por aquí la conveniencia de ir haciendo acopio de buenos ejemplos. La propia tarea docente así lo exige: acercar la filosofía a los alumnos pasa entre otras cosas por plantear ejemplos claros, en los que se vea cómo es posible aplicar la teoía que se trata de explicar. Cualquier profesor de cualquier materia empeña parte de su vida encontrando realizaciones prácticas y concretas de aquello que enseña, sea física de partículas, historia, química o literatura. A este respecto la filosofía no puede ser una excepción y el libro que comentamos hoy viene a confirmarlo: se trata de Una historia de la filosofía para la vida cotidiana, un texto elaborado por dos profesores de filosofía, Pablo Redondo y Sebastián Salgado, que pretende exactamente facilitarnos la tarea a los profesores, ofreciendo una pluralidad de ejemplos para presentar las ideas más comentadas de la historia de la filosofía. Una iniciativa que merece la pena por varios motivos, pero especialmente por uno: se puede ver entre sus páginas la experiencia de aula que anima al texto, de forma que incluye referencias y alusiones que sin duda sus autores han utilizado ya en clase, seguramente con éxito. Razón que nos lleva a pensar, por otro lado, que estamos ante un libro que no debe interesar solo a profesores, sino a todos los que de una forma u otra disfrutan con las ideas filosóficas.
A modo de muestra, tomemos varios botones. A lo largo de sus páginas podemos averiguar qué letra de tango se acerca a la esforzada lucha dialéctica de Sócrates contra los sofistas. Aparecen igualmente las conexiones entre Platón y el mundo de la publicidad, o Rousseau trocado en una especien de Robinson, valga el juego de palabras entre ambos nombres. Marx y algunas series de televisión, o Husserl y el siempre difícil ejercicio de llevar niños en el coche, deseosos como están siempre de estirar al máximo algunos trozos de tiempo y de reducir otros. El contraste entre la obsolescencia programada y el móvil de última generación y la reflexión alrededor del ser de Heidegger. Estos y otros muchos ejemplos, la lista no es exhaustiva porque tampoco es plan hacer un “spoiler” del libro, van desfilando ante nuestros ojos, sugiriendo nuevas formas de hacer entender las teorías que con tanta frecuencia se hacen complejas en un aula, o los autores cuya lectura se nos ha venido resistiendo desde hace años. Acercarnos la filosofía con ejemplos de la vida diaria: este sencillo y complejo obejtivo es el que cumple a la perfeccción el texto de Pablo Redondo y Sebastián Salgado.
Por si el contenido no fuera suficientemente atractivo para cuantos nos dedicamos a la enseñanza de la filosofía, merece la pena destacar también el tono humorístico de algunos párrafos. En algunas ocasiones por la humanización de los grandes pensadores y en otros por el ejemplo elegido para explicar al autor, pero se nota en todo momento una intención irónica, no exenta por otro lado de crítica. Porque cualquier comparación entre ideas filosóficas y vida cotidiana ha de adoptar neceariamente este tono crítico, esta distancia entre lo que pensamos y lo que somos, lo que vivimos. Quizás porque seamos siempre algo menos de lo que pensamos, porque no alcancemos si quiera a rozar esos ideales que nos planteamos y que nos vienen ayudando a vivir y a ser desde hace más de 2000 años, y que han configurado nuestra identidad como occidentales. Esta es, a mi entender, una de las tesis ocultas del libro, que aparece solo apuntada: si es posible encontrar tantos ejemplos filosóficos en la vida cotidiana es precisamente porque ésta se ha cimentado a lo largo de los siglos en lo que han pensado las grandes figuras de la historia. Este es el espíritu que a mi entender anima el libro, y hay que reconocer el esfuerzo de sus autores por realzar esta idea, que ojalá encuentre una buena acogida entre todos los que disfrutamos con la filosofía.