Hace ya siglos que se viene buscando un fundamento universal para el comportamiento humano. Una de las metas permanentes de la filosofía: encontrar normas morales de valor universal. Cuánta sesuda y profunda reflexión se ha desarrollado al respecto. Quizás el problema resida en que lo planteamos ya siendo adultos, cuando la moral de cada uno se ha formado y petrificado lo suficiente como para lograr acuerdos, como para impulsar el diálogo, como para estar abiertos a otras formas de entender la vida. Así que hoy, de forma tan experimental como provocativa proponemos un enfoque totalmente lúdico e infantil. Porque quizás lográramos crear una moral universal si nos encargáramos de que todos los niños crezcan con los preceptos del parque. A saber:
- Si llevas cinco minutos montado en el columpio y hay más niños esperando, has de bajar para que otros puedan subir.
- Un niño de 6 años no debe montar en toboganes o columpios de niños de dos, especialmente si hay cola.
- Los niños deben compartir sus juguetes en el parque, dándose cuenta de que es más divertido jugar a la pelota con otros niños en vez quedársela para uno solo.
- Los niños mayores no deben pegar, asustar o gritar a los pequeños, ni aprovecharse de su ventaja física. En otras palabras: no seas abusón.
- Un parque es un lugar de recreo, ocio y diversión. No se va al parque a competir o a comparar niños, sino a que estos aprendan a convivir entre sí.
A más de un lector se le habrá dibujado una sonrisa. Lo trágico del asunto: hay padres que educan a sus hijos en el incumplimiento sistemático de dos o más normas de las anteriores. Y esto debería ser un asunto filosófico de primera magnitud.