Es más que posible que muchos profesores compartan esta experiencia: en el transcurso de la enseñanza de las asignaturas filosóficas, los alumnos se encargan de ir señalando los agujeros del temario. Ocurre prncipalmente en segundo de bachillerato, cuando la perspectiva histórica se impone sobre el resto. Al momento aparecen las miserias y carencias: “¿Y no vamos a estudiar a ninguna filósofa durante el curso?”. Esta pregunta inicial abre la veda y va inseparablemente unida a la curiosidad por el resto de culturas. ¿Por qué no se estudia ningún filósofo oriental? ¿Jamás hubo filosofía en Latinoamérica? ¿Han aportado algo a la filosofía los norteamericanos? Por no hablar del contienente olvidado en el que la humanidad comenzó a dar sus primeros pasos: ¿Existe una filosofía africana?
Cuando se plantean estas preguntas en clase, caben al menos dos estrategias: la negación o la exhibición de las vergüenzas. La primera de ellas, consiste en afirmar que hay algo más allá del “canon”, pero que su valor filosófico no es lo suficientemente alto como para incluirlo en una asignatura que, necesariamente, ha de tener siempre un carácter introductorio. Claro que hay filosofía más allá de occidente, e incluso filosofía occidental elaborada por mujeres: pero como andamos justos de tiempo y hay que elegir, los responsables del currículum han optado por otros autores que a su parecer han ejercido una mayor influencia sobre nuestra forma de ver el mundo. Si alguien siente curiosidad por esas otras filosofías, pues que se anime a cursar la carrerar en la universidad. Un lugar en el que, por otro lado, jamás le hablarán de filosofías orientales, rusas, latinas o africanas. Afortunadamente, sí del pensamiento feminista, que ya ha logrado penetrar en la educación superior (no sé yo si con el rango del masculino, pero eso ya es otro tema)
Personalmente, suelo preferir la segunda vía: reconocer públicamente las vergüenzas y las carencas de un temario que solo mira a occidente, y que bascula en torno a una serie de temas muy específicos. Sé que la cuestión se las trae, porque habrá compañeros que consideren que lo que se hace en oriente no es filosofía, pero quizás no estaría de más darle una vuelta al currículum, ahora que el ministerio anda ya publicando borradores, y ofrecer una visión más universal, más abierta, del pensamiento humano. ¿Será posible elaborar una asignatura que rezara “Historia del pensamiento humano”? Esta idea, curiosamente, se tiene muy clara en la Olimpiada Filosófica Internacional: si se repasan los temas de cada año, no faltan textos de Confucio o Lao Tse, o guiños diversos al pensamiento oriental. No tengo nada claro que el esconder la cabeza y mirarse en el espejo para ver lo listos que somos, o que hemos sido, sea un ejercicio auténticamente filosófico, si no es capaz de abrir esa mirada a quien, procediendo de una cultura distinta, puede ofrecernos también otras formas de pensar. Serán quizás elucubraciones mías, una añoranza de haber aprendido filosofías, justo antes de comenzar una semana en la que seguir explicando filosofía.