Explicar la Ilustración en España es hablar de nuestra escasa tradición científica. Puede sonar lapidario, pero comparar el XVIII español en lo que toca a la ciencia, la filosofía y la cultura con el mismo siglo de países como Inglaterra, Francia o Prusia es un ejercicio de humildad obligatorio. Tampoco con afán de exagerar: no es que fueran naciones con una vocación claramente científica, y en muchos casos vivieron episodios más que criticables. No hay que caer en idealizaciones ni perder de vista que la historia jamás se escribió a saltos. Se han necesitado siempre de largos periodos para lograr cambios relativamente significativos, que por otro lado bien podrían ser reversibles si soplaran nuevos rumbos históricos. Con todo, sí es constatable históricamente que ya en el renacimiento hay una serie de países que se “suben” al carro del conocimiento y la ciencia, mientras que otros se mantuvieron al margen de todos estos procesos. Y este, nos guste o no, fue el caso español.
Es muy complicado, si no imposible, abordar una presentación divulgativa de la ilustración sin que nos invada un cierto complejo. De inferioridad, claro. Porque al menos en todo lo referente a la extensión de la ciencia y el librepensamiento fueron muchos los pueblos de Europa que vivieron un avance innegable a lo largo del XVIII, mientras que España permaneció prácticamente a espaldas de todos estos procesos. Las explicaciones históricas son bien conocidas: el férreo control del catolicismo unido a decisiones políticas equivocadas, a una política que no se ajustaba a los cambios que se estaban dando en muchos países de nuestro entorno. Aquel XVIII explica muchas cosas del XIX y del XX. Y cómo no: también del XXI. El nuestro es un país en el que resulta más fácil llegar a ser futbolista o cocinero que científico. Mamamos desde pequeños ciertas pasiones y ciertos desprecios. El que afecta al conocimiento es solo uno de los muchos que luego son auténticas lacras culturales.
Hoy aparece en los medios algo que no debería ser noticia: la ciencia española vuelve a niveles de hace diez años. Y digo que no tendría que ser noticia porque es algo sabido, una tendencia histórica que arranque quizás en ese XVIII, en ese querer seguir viviendo de glorias pasadas, de quimeras coloniales que nos distraen de nuestros problemas. No es noticia lo que ha pasado siempre. En consecuencia, que España asigne menos dinero a la ciencia y la investigación es solo la confirmación de una tendencia histórica. Somos lo que fuimos. Por eso tampoco se que destaquen especialmente en nuestro país el pensamiento crítico, el interés por la discusión pública o el aprecio de la cultura y la educación. Lo maravilloso sería lo contrario: que hubiera habido personas capaces de llevar el país por otros caminos, de introducir un giro, un punto de inflexión que nos sacara del pelotón de cola de la ciencia y el pensamiento. Como esto no ocurrió, tendremos que asumir que seguiremos siendo la taberna de Europa durante una larga temporada. Es lo que hay. Es lo que hubo.
P.D: ¿es ésta una interpretación pesimista, que tira de leyenda negra, o más bien ajustada a la realidad?