Marque usted la casilla correspondiente: religión o valores éticos. Esta es la nueva (vieja) opción que nos propone el ministerio dentro de la LOMCE, que se implantará en los cursos impares de secundaria y bachillerato el próximo curso. Lo cierto es que la propia elección da mucho que pensar. Supongamos esa disyunción como excluyente: entonces querría decir que el partido en el gobierno, tan cercano a las posturas católicas, entiende que cualquier alumno puede ser formado en religión o en valores éticos, pero que ambas cosas son incompatibles. Es decir, que o se es bueno, justo, crítico, o se es religioso. Alguien bienintencionado puede sufrir un ataque de etnocentrismo y pensar que este tipo de cosas son inconcebibles en occidente: alguien que se forma en religión no puede ser malo. Pasamos entonces a la disyunción inclusiva: religión o valores éticos como puntos de vista complementarios. Nos toca jugar al “como si”: quien elija religión tendrá una misma formación ética que quien escoja valores éticos. A fin de cuentas, puede pensarse, toda religión incluye dentro de sí un código moral. Poco importaría entonces que lleguemos a la moral a través de la religión o a través de procesos de crítica y discusión racional, de diálogo y confrontación de ideas. Grave error.
Por supuesto que no es lo mismo. Podemos argumentarlo desde el positivismo o desde los tipos de dominación de Weber. Una cosa es que nos cuenten que tales y cuales normas y valores tienen su fundamento último en un ser divino, responsable de todo lo existente, a que nos cuenten que los valores y normas son creaciones humanas, propuestas sociales e históricas tan fuertes como nosotros queramos, y siempre expuestas a nuevas revisiones. No hay relación entre decir que es Dios quien lo manda y decir que somos nosotros quienes discutimos, analizamos y criticamos. La disyunción inclusiva, por tanto, pretende resucitar, valga la expresión, una nueva especie de “doble verdad”, que no en vano hunde sus raíces en la edad media. La ética sería así la verdad de la polis, y la religión la verdad del conjunto de creyentes. Y nivelar en nuestro tiempo, en las sociedades multiculturales en las que vivimos la religión y los valores éticos es retroceder mucho tiempo en el pasado. Alguien en el ministerio debería tener presente que una cosa es esa ética compartida, pública y de mínimos, que hemos de fomentar en todos los ciudadanos, independientemente de su credo o de la ausencia de este, y otra cosa muy distinta la formación religiosa que se quiera transmitir. Al situar una “o” entre medias, se está traicionando la ética, y también la religión. Lo que han hecho, precisamente por ignorar lo que es la ética, no es muy distinto a propuestas como “religión o calceta”, “religión o mitología”, “religión o El señor de los anillos”.
De fondo, seguramente, les preocupa mucho más la religión que los valores éticos. Principalmente por motivos electorales, y también, seguramente, por acuerdos que de una forma más o menos privada tengan pendientes con las autoridades del catolicismo. Poco les importa que estén incumpliendo descaradamente un acuerdo con la Unión Europea, en el que todos los países se comprometen a incluir valores cívicos y políticos dentro del sistema. Y mucho menos parece importarles que los estudiantes españoles, todos, tengan la posibilidad de reflexiones y discutir junto a sus compañeros en torno a conceptos tan importantes como justicia, felicidad, libertado igualdad. Quizás no es que les importe poco, sino que más bien pretendan evitarlo a toda costa, no vaya a ser que les entren demasiados pájaros en la cabeza y luego les dé por cuestionar un poder establecido, capaz de aprobar leyes educativas que incluyen este tipo de disparates. Qué porcentaje de alumnos se quedará sin valores éticos, esta es la cuestión. Para empezar, uno nada minoritario: dudo mucho de que la libertad de elección vaya a alcanzar a la mayoría de colegios concertados. Las mismas instituciones que defienden la libertad de enseñanza obligarán a todos sus alumnos a estudiar religión, sin permitirles escoger. Se ve que la libertad es buena para unas cosas, pero no para otras. Así que nada: marque usted la casilla, si es que al menos en la matrícula le dan la opción de elegir una cosa u otra.