Sinceramente , nada , absolutamente nada parecía tan cómodo como esa hamaca.
Se preguntaba porque perdía la noción del tiempo estirada en aquella hamaca.
¿Qué convertía ese objeto en algo apaciblemente único e irrepetible ?
Así empezó a buscar adjetivos que definieran ese estado que se encontraba y que le situaba en un limbo casi irreal :
placidez, pacificación, serenidad, ausencia de intranquilidad, ternura interior, calma distante, recogimiento interior, equilibrio permanente, vaivén eterno, tiempo detenido, caída libre, estado de iluminación, unicidad con el ser, cambio de sustancia, abrazo majestuoso, seno uterino, madre naturaleza, inpermanencia , vacío ausente, olvido desmemoriado , apertura al ser, espíritu luminoso, ... o
Así se repetía una y otra vez bajo la hamaca la infinidad de estados en que ella se encontraba y aprendía cada mañana, cada tarde o cada noche que nada le podría hacer mover nunca más de ese lugar sagrada : una simple hamaca.
Y así fue y estuvo años y años en ese balanceo de un descanso objetivo y agradable que les había ubicado para casi todo ese tiempo en la mejor situación de las posibles . El mundo de Leibniz , el mejor de todos los estados , estirada en esa hamaca..
El tiempo no se detuvo ni ella se levantó de la hamaca y así al cabo de mucho, muchísimo tiempo su cuerpo entretejió un hilo de seda que la envolvió formando un capullo , un perfecto y simétrico receptáculo que la absorbió , la guardo, la tapo y la protegió como si se tratará de volverse crisálida ...
Dicen los lugareños de sus alrededores que en las noches de luna llena del interior de la hamaca donde se encuentra ese capullo de seda se proyecta una luz , azul, hacía el infinito , algo que quien lo ve ya jamas quiere volver al mundo donde no existan hamacas ..