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Hay una cierta similitud entre Heidegger y Zubiri cuyos matices en cuanto a la formación y talante de cada uno les conduce a matices filosóficos que llegan a constituirse en concepciones filosóficas distintas en lo ontológico. Pero hay un cierto trasfondo que permanece paralelo, similar. Por ejemplo, la historicidad del Dasein fundada en la temporeidad del ser, un Dasein que actualiza posibilidades de un futuro, puede evocar, por mucho que diverja, la “persona” de Zubiri, con su carácter fluido, de estructura dinámica-temporal que actualiza posibilidades y que es sustantividad histórica, que se realiza en la realidad histórica.
El hombre es un estar en camino que no responde a ninguna esencia, que no es sustancia, que no permanece que como algo dado. Este carácter del existente humano lo recoge Zubiri y será ampliamente elaborado por su discípulo Ellacuría, aunque en algún escrito hemos matizado, y otros colegas también lo han hecho, que el modo en que esto lo efectúan es des-sublimando el estilo de Heidegger. Zubiri apela a un tiempo que es propiedad de la realidad, nota de la realidad y que por tanto no es marco formal cartesiano ni categoría kantiana, sino una parte real, actual, del mundo como tal. Zubiri parece combinar su inspiración más heideggeriana con su formación científica como físico, aunque en ningún momento está abandonando cuando se ocupa de esto un planteamiento estrictamente metafísico-ontológico, de discusión en torno al ser y la realidad. Por esto mismo, aunque Zubiri (o Heidegger) hablan de la historicidad del hombre (o Dasein) no son ni mucho menos historicistas, no reducen lo humano (o el Dasein) a los contenidos ónticos de su historia (Ellacuría se cuida también de diferenciar entre historicidad-realidad histórica (apertura de la historia) y contenidos de la historia (que podría dar pie a teorías de la historia).
La historicidad siempre alude a un carácter abierto en lo humano que cuando se concreta en contenidos se cierra, pero manteniendo posibilidades de las cuales se van realizando algunas en las elecciones y movimientos de los hombres. Es esta apertura e indeterminación por la que una identidad producto de decisiones cristalizadas jamás adopta una forma de sustancia, no cierra una esencia ni la refleja, un sesgo existencial que a mi juicio perdura en la filosofía de Zubiri y puede incluso llegar hasta Ellacuría.
Otra implicación es que no hay un desarrollo progresivo necesariamente de una verdad, a mejor ni a peor, no está garantizado un curso de la historia, como en las metafísicas fuertes de Hegel o en Marx, por ejemplo, lo cual es señalado con énfasis por Ellacuría. La auténtica historicidad es, en la perspectiva de Heidegger, una temporalidad absolutamente contingente, finita, que está de vueltas de encararse con la muerte, que el individuo ha asumido en su existencia propia. Esta contingencia del hombre y de los pueblos, de la historia humana, es también un rasgo que llega a la filosofía de Ellacuría desde el cual revisa algunos marxismos. Se trataría acaso de un cierto tributo existencialista, podríamos decir, que hallamos presente en el discípulo de Zubiri que a su vez lo recoge tal vez, éste último, de Heidegger.