Giovanni Francesco Maria Mazzola (Parmigianino),
Retrato de un hombre leyendo un libro.
En esa mirada perdida más allá de ese libro que sujeta con firmeza con sus manos, está la prueba de la profundidad de su lectura. La lectura lenta nos empuja con frecuencia fuera del texto para rumiar lo leído. Y es entonces, cuando nos hemos alejado del texto explícito, cuando con más fuerza sujetamos el libro, para que no se nos escape de las manos. Aquí lo de menos es si el mayordomo ha sido o no el asesino, sino esa remisión constante a lo ya leído, ese continuo ejercicio de levantar puentes, esa necesidad de mantener la unidad de lo leído a medida que se va haciendo y, por lo tanto, a medida que se va rehaciendo. Esa inquietante sospecha de que algo sumamente importante para la comprensión del texto nos está pasando desapercibido.