Una cosa es ser nihilista y otra muy distinta jugar culturalmente con la imagen del nihilismo. A mi parecer es esto último lo que hace Jaccard. Pero lo hace tan magníficamente bien que su estilo lo libra de la frivolidad (me parece). Si un día me encuentro con un nihilista de verdad, me hincaré de rodillas ante él, me abrazaré a sus rodillas y le rendiré mis más sentidos respetos, porque tendrá para mí el valor de una aparición sagrada.
A Jaccard no se le escapa que Nietzsche no perdonaba a los nihilistas que, persiguiendo una creencia firme, prefieren creer en nada antes que no creer en nada. Y Jaccard está más cerca de Nietzsche que de un nihilista ruso.
Un nihilista de verdad hablaría del club de los suicidas y de Louis Wolfson, pero no encontraría ningún interés en esta historia, tan... tan... ¿cristiana?: "Cuando Oscar Wilde, después de haberse entregado con placer a ese extraño y peligroso juego al que los ingleses se refieren como 'courting disaster', fue arrestado por la policía, una muchedumbre se reunió ante su casa y, conforme pasaba, le gritaba. Sin embargo un hombre se descubrió y respetuosamente se inclinó. Wilde le dijo: 'Señor, hay personas que por menos que esto han entrado en el paraíso'"