Por curiosidad. Porque me gusta huronear entre los conocimientos inútiles de gente a la que no he tenido oportunidad de conocer. Quevedo decía que leía "para escuchar a los muertos con los ojos".
No tengo demasiado respeto por los libros como objeto... excepto por aquellos que en sí mismos, materialmente, son objetos valiosos.
No me parece que leer me haya hecho más feliz. Más bien tengo buenas razones para pensar lo contrario. Con frecuencia tampoco me ha hecho disfrutar. Podría señalar un montón de páginas con las que he sudado la gota gorda... antes de reconocerme derrotado.
Ni mejor persona. Porque entre literatura y la educación moral no hay ninguna relación necesaria, excepto en el caso de la mala literatura y la degradación moral.
Desde luego no me proporciona más salud. Al contrario: las muchas horas de lectura han contribuido a mi exceso de peso y al estado cada vez más lastimoso de mi vista.
¿Me han hecho más libre? Sí... en el sentido en que me han ayudado a disfrutar de la soledad.
¿Y más conocimientos? ¿Me han proporcionado más conocimientos? Dispongo, sin duda, de un gran número de conocimientos inútiles que no le interesan a casi nadie. Me parece que la utilidad de la lectura se reduce a afinarte la mirada a medida que te la va consumiendo.
La mayor parte de los libros que he leído no los volveré a leer. La mayoría los leí cuando no sabía leer. Los que volveré a leer (que son los que releo) los tengo aquí a mi lado, y no son muchos: son los que me están enseñando a leer.
Seguiré leyendo, claro, porque todo lo que espero de mis próximas lecturas es cada vez más inútil: que me ayuden a sentarme junto al círculo de los grandes para ver si puedo entender algo de su conversación intemporal.