Presentando hace pocos día el libro de Enric Prats,
L'educació, una qüestió d'estat, me preguntaba dónde están los resultados de la tremenda inversión educativa de nuestro país en las últimas décadas.
Don Federico Mayor, con ese tono pontificial que le caracteriza, aseguraba cuando era secretario general de la UNESCO que "el nivel de educación de un país determina las condiciones de ese país para participar en el desarrollo mundial, beneficiarse de los avances del conocimiento y progresar él mismo mientras contribuye a la educación de los otros. Esta es una verdad autoevidente que ya nadie discute". Bueno... yo no tengo una fe ciega en las verdades autoevidentes de don Mayor, pero es evidente que sobre esto hoy sí se discute. El ejemplo es
The Elusive Quest for Growth, de William Easterly.
El caso es que desde lancé esa pregunta al aire no dejo de darle vueltas. Parece obvio que nuestro sistema educativo no nos está ayudando a salir de la crisis e incluso podemos legítimamente preguntarnos si tiene alguna responsabilidad en la misma.
Sospecho que la relación entre educación y crecimiento está mediada por una variable de la máxima relevancia, que se puede expresar con esta pregunta: ¿Qué estímulos de futuro encuentra un joven en la educación que ha recibido?