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El viaje comenzó en el barrio de Blanquerna, en Estambul,
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que es un barrio que las guías turísticas aconsejan no visitar.
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Pero no se conoce Estambul si se desconoce Blanquerna, que en un tiempo fue el barrio residencial de los emperadores bizantinos.
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Una calle de Blanquerna.
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Había que empezar en Blanquerna porque aquí desembarcó Roger de Flor con sus almogávares.
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Y había que ir de Blanquerna a Edirne (saliendo de Estambul por la puerta de Adrianópolis) porque en este castillo de Edirne mataron a Roger de Flor.
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¿Quién sabe si cuando lo decapitaron echaron su cabeza al río Hebros... como hicieron las bacantes con la de Orfeo. Restaurante sobre el Hebros (actual Maritsa), en Edirne.
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A partir de Edirne seguimos el curso del río Tundja, tributario el Hebros, que es el que tomaron los asesinos de Roger de Flor y sus perseguidores, los almogávares, en busca de venganza.
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Ténevo. Alquilamos esta casa por 14 euros. A la propietaria le dijimos que el precio nos parecía razonable.
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La lujuria de los márgenes del camino,
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la gula de la mesa
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y la teoría del paisaje,
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de la historia...
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... y del camino, que va haciendo memoria.
Nota final: El poeta búlgaro Iván M. Vazov escribe en su poema
Piratas, de 1915, que los catalanes (se refiere, claro, a los almogávares) y los turcos se han comportado de la misma manera en Bulgaria: como "
hordas de salvajes sanguinarios, una manada de lobos hambrientos". Llevábamos a Vazov bajo el brazo.