La imagen de arriba es la que lucía Google en los Estados Unidos el pasado 4 de julio. La de abajo es la que luce Google en Francia el 14 de julio. Vía
Mucho se ha hablado estos días sobre el machismo de/en/entre... los sanfermines. Y se ha dicho, como es normal, de todo. Por mi parte, me voy a limitar a darle la palabra a aquella CNT que, reunida en mayo del 36 en congreso en la plaza de toros de Zaragoza, aprobó algo que leído hoy, en el último día de las fiestas pamplonesas, no deja de tener su qué. Los congresistas de la CNT debatieron en primer lugar la siguiente cuestión: si en un pueblo o en una ciudad la mayoría decide abolir la ropa, ¿tiene derecho a desvestir a la minoría opositora? ¿No es acaso psicológicamente intolerable que la gente pacata pretenda cubrir supuestas vergüenzas que los desinhibidos lucen desacomplejados? Se aprobó imponer la conducta de la mayoría nudista. A continuación se entró en el punto que más nos interesa. Lo podemos formular así: ¿Aquel o aquella que despierte el impulso sexual de otro o de otra, está ejerciendo o no una inferencia palpable en su libertad? Se decidió que así era. Por lo tanto el entrometido o entrometida ha de estar dispuesto a apaciguar lo que hubiere sublevado. Y si se negare, ha de ser expulsado del lugar en el que reside. Se aprobó la resolución. Cuenta todo esto el periodista británico John Langdon-Davis en Behind the Spanish Barricades, y añade esta joya: "El sindicalismo [se refiere, claro está, a la CNT] está en contra de la coacción: prefiere la persuasión forzosa. Reniega de la disciplina y exige una mejor organización de la indisciplina"