Parece evidente que en España no puede haber una ley de educación conservadora. Hay una especie de consenso en que eso de la educación es cosa de izquierdas. Así que, sean las que sean las propuestas de la derecha, serán rechazadas por retrógradas y sean los que sean los fracasos de las leyes educativas de la izquierda, nadie pondrá en cuestión el dogma imperante de que ninguna ley educativa de izquierdas puede ser sustituida por una ley educativa de derechas. El principal capital político de la izquierda no está ni en sus ideas ni en su gestión, sino en su inagotable capacidad para la autoamnistía.
No estoy diciendo con esto que los conservadores españoles sean un mirlo blanco. Su negativa para llegar a consensos con el ministro Gabilondo por razones meramente coyunturales no nos ha hecho ningún bien a nadie. Gabilondo ha sido quizás el único ministro de educación español capaz de entender que la principal virtud de una ley educativa es el consenso.
Wert menospreció desde el principio el consenso (incluso con los consejeros autonómicos de su propio partido) porque estaba convencido de que la suya era la primera ley no ideológica de la educación española. Parece que se ha dado finalmente cuenta de que no hay leyes educativas no ideológicas. Y creo que ha comprendido que la tramitación de esta ley será larga.
En cuanto al cuerpo central de la ley (evaluaciones externas, fortalecimiento de las asignaturas troncales, incremento de la autonomía de los centros y creación de itinerarios) creo que no hay diferencias ideológicas sustanciales entre los socialistas y el PP. Eso sí, hay muchas diferencias retóricas, pero esa es otra cosa.