21:22
»
El café de Ocata
Hoy he enterrado a otro amigo. Esto se va convirtiendo en una triste rutina. La viuda me pidió que hablara en el funeral porque, según me dijo, yo lo conocía bien. Pero allá, con la palabra en la boca, frente al ataúd del amigo, no estaba seguro ni de conocerme a mí mismo. He intentado ser honesto, pero la honestidad me sabía a poco. Únicamente el silencio que se me iba interponiendo entre las palabras me parecía justo, adecuado. ¿Qué demonios está haciendo uno cuando está hablando de su amigo frente a su cuerpo sin vida?