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Los persas es una obra cuya singularidad ya se intuye en su comienzo: un coro de ancianos persas a las puertas del palacio real de Susa. Esquilo quiere recoger la inquietud del enemigo mortal. Jerjes ha cruzado el Helesponto con un inmenso ejército y si los acontecimientos humanos obedecieran a una lógica humana, no habría duda del resultado de su campaña militar contra los griegos. Pero ningún mortal se puede evadir de la astucia de los dioses y, en consecuencia, la esencia del futuro es la indefinición.
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No pretendo comparar a Javier Sánchez Menéndez con Esquilo, pero sí me parece, por lo que he alcanzado a leer de su libro, que esta exposición de lo humano a la indefinición está presente en cada uno de sus poemas. Me ha venido, Javier, a la imaginación la figura de un perro. Un perro callejero, hambriento de realidad, que se encuentra, como nos encontramos todos, con los trozos rotos de lo que buscamos y que husmea en sus cantos lacerantes el sentido de la parte ausente, para intentar recomponerla como hacen los poetas, con la yema de los dedos. Pero no me hagas mucho caso. Ha sido sólo una primera impresión.
En cualquier caso, amigos, gracias a los dos. Gracias a vosotros esta tarde será larga.