A medida que el futuro se va acumulando en el desván del pasado a una velocidad cada vez más vertiginosa, más disfruto de las rutinas: el Café en la plaza de Ocata y un rato de lectura apurando este sol tan oblicuo y voluble de diciembre. A veces tengo la sensación de que el futuro ya lo tengo todo visto. Quizás porque ya veo el futuro desde su mismo futuro y desde esa perspectiva tiene sabor a desván.