Buscando información sobre Caridad Mercader me he encontrado con don Félix Gordón Ordás, embajador de España en México y autor de unas memorias tituladas Mi política fuera de España. 5 tomazos. Esta tarde he devorado la segunda parte del primero, el que don Félix dedica a sus peripecias para conseguir armas para la República.
Yo sabía que Caridad Mercader, acompañada de su hija Montserrat, Lena Imbert (la novia de su hijo Ramón) y Nito Palerm-Vich habían viajado a finales del 36 por Estados Unidos y México y daba por supuesto que había participado activamente en la compra de armas en estos dos países. Pero he descubierto que el auténtico aventurero fue el señor embajador, mientras que Caridad participó en una operación de la GPU (el servicio de inteligencia de la Tercera Internacional) que fue absolutamente perjudicial para los intereses de la República.
Gordón Ordás era un genio. Consiguió la inmediata y generosa colaboración de Cárdenas, el presidente mexicano, con la causa republicana, que se concretó tanto en la venta directa de material bélico -y garbanzos, muchos, muchos garbanzos- como en la complicidad de las autoridades mexicanas para facilitar la entrada y salida de armas compradas en terceros países. Era un trabajador infatigable con alma de equilibrista, a pesar de que el gobierno de Valencia nunca se lo puso muy fácil. Consiguió, contra viento y marea, que lo imposible se convirtiera en rutinario. Llegó a convencer a un barco japonés para que embarcase en Veracruz armas para la República y a un jefe de la mafia encarcelado en Estados Unidos para que le vendiese armas nuevas.
Posiblemente a finales de agosto o principios de septiembre del 36, los soviéticos le presentaron al gobierno republicano un intermediario llamado Robert Cuse, que era exportador legal de armamento norteamericano. Ocultaron que estaba en estrecho contacto con la oficina comercial de la URSS en Estados Unidos, que además de comprar tecnología americana (¿qué hubiera sido de los primeros planes quinquenales soviéticos sin la tecnología made in USA?), era un nido de espionaje. Antes de esto, Cuse le había ofrecido sus servicios a Gordón Ordás en México, pero este último, desconfiando, le dio largas. Sin duda la misión de Caridad tenía que ver con Robert Cuse.
A finales de año, Gordón Ordás había conseguido comprar una enorme cantidad de material bélico, por valor de unos cuatro millones de dólares, que tenía a punto de embarcar para España. El gobierno norteamericano, partidario de la no intervención, no veía con buenos ojos estas operaciones, pero legalmente aún no se había aprobado el acta que las prohibía. Gordón sabía que siempre que operase con suma discreción, no tendría problemas para embarcar una parte de sus compras en un barco español que se encontraba en Nueva York. Comprendía muy bien lo que él llamaba "el tartufismo americano". El resto, lo transportaría a México con ayuda de la mafia. Contaba también con cómplices en el Departamento de Estado. Pero entonces Robert Cuse metió estrepitosamente la pata.
Cuse había vendido a la República varios aviones. Pero en lugar de operar discretamente, dio a sus movimientos una gran publicidad. El gobierno norteamericano, como he dicho, reconocía que no era ilegal vender armas a España, pero lo consideraba antipatriótico y aceleró los debates en el Congreso y el Senado para aprobar su prohibición. Los diarios comenzaron a hablar del pulso de Cuse al gobierno. Dando muestras de una insensatez muy sospechosa, Cuse embarcó los aviones en un buque, el Mar Cantábrico, rodeado de los flashes de los fotógrafos. Por supuesto, los servicios secretos franquistas tomaron nota del asunto y consiguieron apresar el Mar Cantábrico poco antes de llegar a su destino. Quien pagó las consecuencias del enfado del gobierno americano, fue Gordón Ordas, que se vio impedido para enviar a España las armas que había comprado en los Estados Unidos, entre las que se encontraban 26 aviones que tenía en un aeropuerto próximo a Veracruz. El gobierno de Washington presionó duramente al mexicano para impedirlo.
En un cable del ministro republicano de la marina a Gordón Ordás, se dice: "Sería necesario saber si Cuse provocó el escándalo conscientemente". Si, sería muy interesante saberlo. Pero lo obvio era que cuanto más se cerrasen las puertas de los Estados Unidos más dependería la República de la URSS.
A pesar de todo, Gordón Ordás consiguió, con una maniobra genial que burló a todo el mundo, enviar a España los 26 aviones que tenía en México.